Oct-10 Cuando la “dependencia” de las materias primas puede beneficiar el desarrollo

Hoy, la extracción de materias primas se vincula a otras actividades económicas que benefician de manera directa al país en cuestión.

Por Augusto de la Torre

Economista Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe

En 1672, Potosí, Bolivia, era una de las ciudades más grandes y ricas del mundo. Ubicada en la base del Cerro Rico, Potosí era el centro de la minería argentífera española, cuyas operaciones eran tan prolíficas que un “potosí” se convirtió en sinónimo de gran riqueza. Trescientos cuarenta años después, este lugar es pobre y lleno de conflictos. No es de sorprender que la prensa boliviana catalogue a la minería como la carga de Potosí.

La historia latinoamericana está llena de auges de materias primas y posteriores caídas como la de Potosí. El hecho de que las bonanzas no deriven en riquezas duraderas hizo que se llegase a la conclusión de que la región, al igual que otras regiones ricas en recursos naturales, era víctima de una suerte de “maldición de los recursos naturales.”

Pero la historia no tiene por que repetirse. En el caso de América Latina, donde el 93 por ciento de la población y el 97 por ciento de la actividad económica provienen de países exportadores netos de materias primas, este supuesto maleficio puede evitarse. Un equipo de economistas del Banco Mundial investigó algunas tendencias esenciales en el estudio “Recursos naturales en América Latina y el Caribe: ¿Más allá del ciclo de auge y caída?”, que sugieren que el auge actual de las materias primas no terminará igual que en el pasado. Una razón para ser optimistas es el buen gobierno. Los Gobiernos nacionales y las instituciones financieras son mucho más solidas que en el pasado y mucho más proclives a gestionar las ganancias de las exportaciones con una visión nacional y de largo plazo. Chile, el mayor exportador de cobre del mundo, donde las materias primas representan más del 75 por ciento de las exportaciones, es un caso emblemático. En los últimos cinco años, la inversión de este país en innovación aumentó un 24 por ciento anual. Al mismo tiempo, Chile invirtió decididamente en educación, creando un fondo para becas de US$6 mil millones, que permitirá a unos tres mil 300 profesionales estudiar en el extranjero este año, un aumento de 672 por ciento respecto a 2006. En el caso chileno, la dependencia del cobre se transformó en un beneficio. Durante la pasada década, el PIB de este país aumentó más de dos veces y media.

Pero la producción de materias primas en la región está cambiando. En el pasado, las empresas extranjeras eran las mayores beneficiarias, construían la carretera o la vía de tren hasta la mina, extraían la riqueza y la llevaban consigo, dejando atrás un país más pobre. Hoy, la extracción de materias primas se vincula a otras actividades económicas que benefician de manera directa al país en cuestión.

Más aun, hay sectores donde la innovación está a la orden del día. En Brasil, el principal catalizador de la revolución agropecuaria es Embrapa, la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria. Hace 30 años, los extensos pastizales de ese país, conocidos como “cerrado”, eran considerados demasiado ácidos para cualquier tipo de emprendimiento productivo. “Hoy, el cerrado representa el 70 por ciento de la producción agrícola brasileña y se ha convertido en el nuevo Midwest”, según la revista “The Economist”.

Este tipo de inversión en investigación y desarrollo requiere de una visión y ahorros a largo plazo. Es que a veces se torna irresistible aumentar el gasto en períodos de auge, en lugar de ahorrar para los tiempos de las “vacas flacas”. Sin ahorros suficientes cualquier bonanza probablemente termine convirtiéndose en una caída. Pero en la mayoría de los países de la región, conscientes de las lecciones del pasado, es mucho más probable que las materias primas sean una bendición y no un fatídico maleficio.

En Chile, la inversión en innovación aumentó un 24 por ciento anual en los últimos cinco años.

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