Debe tener todos los candados del mundo para evitar que ocurra lo que viene sucediendo desde que este Gobierno llegó al poder: gasto desmesurado que es imposible fiscalizar.
Entramos en la recta final de la discusión presupuestaria. Cada diputado, o mejor cada grupo político, tendrá ya elaborada su estrategia que seguro se traducirá en la práctica, en ver qué pueden sacar del mismo para su beneficio y no tanto en cómo se puede elaborar algo que realmente sirva para que el país despegue un poco. De momento, el proyecto que ha presentado el Ejecutivo está plagado de interrogantes que deben ser despejadas.
En un país donde cada vez hay más delincuencia, el presupuesto de Gobernación es el que menos crece de todos los Ministerios “importantes” (excepción de Economía y Cultura y Deportes), lo que parece indicar que no se requiere más o no van a hacer mucho más de la “nada” que están haciendo actualmente. Dicho en francés del Medievo: les importa un carajo la seguridad. En relación con la salud, tres cuartos de lo mismo. Se llenaron la boca de salud gratuita mientras se han tenido que cerrar a diario consultas en hospitales públicos. Ahora resulta que el presupuesto es menor que en 2010. ¿Quién los entiende? Oiremos, presumiblemente, una explicación ininteligible del Vicepresidente que era quien en teoría iba a gestionar estos temas. Hay crecimientos importantes en Agricultura y en Educación. El primero apunta a un uso mercantilista del mismo. En época electoral veremos un Gobierno bueno (que no buen Gobierno) repartiendo tierra, fertilizantes, herramientas y tirando el dinero clientelarmente.
En Educación no hay mucho que reflexionar. Parte se irá para pagar alguna subida salarial ya pactada y no tener presión sindical, más bien apoyo interesado de los delincuentes de siempre; otra parte a Cohesión Social, a fin de cuentas es el ministro más dócil de todo el gabinete y suele regalar algunas decenas de millones a ese oculto y “solidario” fondo. Finalmente, la deuda crece sustancialmente y como parece que no se han dado cuenta del estado de la infraestructura y de las comunicaciones, aunque piden un extra para repararlas, también reducen el presupuesto de esa cartera.
Será difícil, por tanto, seguir desplazándose por el país sin riesgo a caerse en un agujero, del que ya no se pueda salir.
No creo conveniente ponerle un calificativo a este presupuesto. Sin embargo, pienso que debe de tener todos los candados del mundo para evitar que ocurra lo que viene sucediendo desde que este Gobierno llegó al poder: gasto desmesurado que es imposible de fiscalizar. Se apruebe el presupuesto que sea, es preciso que cuente con los controles necesarios para evitar traslados de partidas de un lugar a otro, con la alegría que se ha venido haciendo en el pasado. Debe de ponerse fin a ese desvío desproporcionado que no respeta la finalidad para la que estuvieron realmente asignados los fondos.
Los ejemplos indicados muestran las políticas que pretende seguir el Gobierno durante el próximo año. Nada de seguridad, nada de infraestructura y comunicaciones, mucho menos una mejora de la salud. Por el contrario, continuará la actual dinámica. Se trata, en definitiva, de concentrar nuevamente la atención en un Gobierno paralelo, que presenta sus logros en el marco del entorno de los programas cercanos a la esposa del Presidente y su equipo oculto, dentro de ese baúl que es Cohesión Social, donde todo cabe, todo se permite y nada se fiscaliza. Es ahí donde hay que prestar atención ¿Quieren presupuesto?, de acuerdo, pero destinado a lo que tiene que ser y no desviado a capricho de quienes mueven los hilos detrás de bambalinas.
En todo caso no hay que prestar, tampoco, mucha atención al proyecto porque el Congreso se encargará de “negociarlo” y será preciso esperar a ver qué sale finalmente. Estos reciben un proyecto de caballo pura sangre y terminan por dibujar un camello.
Es precisa y necesaria una fiscalización social fuerte donde se exija la explicación de cada rubro y el destino del mismo. Seguimos en momentos de crisis y no es permitido un gasto ampuloso como se ha venido haciendo, ni mucho menos sin atender a las prioridades del país que, por cierto, siguen siendo la seguridad y la justicia, exactamente donde menos atención han puesto. No pudieron, no quisieron, no supieron, pero tampoco aprendieron nada. Aunque sí son tenaces en sus intereses finales: ganar el próximo proceso electoral de forma clientelar, para hacernos aún mucho más pobres y dependientes.