Lisardo Bolaños Fletes
Colaboración / Industria y Negocios
¿Cómo hacemos para que Mi Familia Progresa (MIFAPRO) sea un éxito?
La pregunta la hago, porque creo que es necesario que los guatemaltecos nos planteemos seriamente cómo logramos afrontar los problemas de pobreza, desnutrición y falta de educación que sufren muchos grupos de nuestra población. Este Gobierno ha logrado, “a machetazos”: fondos, organización, coordinación con otras políticas (educación y salud), y apoyo internacional. Sin embargo, todo lo anterior no es sinónimo de éxito definitivo; muchas cosas podrían estar saliendo muy mal.

En caso de no quedar la UNE, el escenario cambia. Es un programa que levanta sospechas; algunos podrían querer eliminarlo, otros podrían querer aprovecharse del mismo para comprar votos. Lo primero, es difícil. La oposición, las marchas, las manifestaciones de los beneficiarios podrían llegar a ser masivas. Si quisieran usarlo para comprar votos, habrá que multiplicar las fuerzas alrededor de iniciativas valerosas como las lideradas hoy en día por la diputada Nineth Montenegro. Lograr la destitución de un Ministro de Educación, por incumplir la ley, no es nada despreciable.
Estoy seguro que hay muchos políticos, dentro de la oposición, que reconocen que MIFAPRO tiene que tener un rol en los futuros gobiernos. Un rol orientado a su función real, a reducir la pobreza en el país. La posibilidad de generar una coalición, entre ellos, la cooperación internacional y grupos importantes de diputados, podrían lograr presionar en la dirección de la institucionalización y éxito de MIFAPRO.
Durante el Gobierno actual todavía podrían implementarse algunos proyectos para garantizar el éxito (reducción de la pobreza) de MIFAPRO. Uno, sería generar un acuerdo multipartidista sobre la evaluación de sus procesos. Buscar a un grupo de notables, a lo largo del espectro político, para evaluar el programa. ¿Existen manuales? ¿Se siguen dichos manuales? ¿Las familias beneficiadas corresponden a lo que se planificó? ¿Las escuelas y puestos de salud se han acondicionado adecuadamente? ¿Todos los beneficiarios son tratados igualmente? ¿Se está presionando por votar por el partido oficial? ¿Se les está exponiendo ilegalmente a publicidad electoral? ¿Cuál será la estrategia para finalizar el programa en los beneficiarios? Hay mil cuestionamientos.
Por otro lado, hoy, la consolidación de los avances es más importante que la expansión del programa. Es decir, garantizar que los actuales beneficiarios reciban los beneficios que se prometen debiera ser la prioridad, más que ampliar el número de beneficiarios, sin poner atención a la calidad de lo que se está dando. Esto último hace que las sospechas de compra de votos sean tan latentes.
Un compromiso serio, por parte de la comunidad política del país, podría orientar la lucha contra la pobreza, como un eje real. Esperamos que así sea.