La responsabilidad social empresarial (RSE) se ha convertido en una práctica común entre las grandes empresas del mundo. Según algunas encuestas, la mayoría de los consumidores prefieren que las empresas practiquen RSE, una tendencia especialmente marcada entre los más jóvenes.
La RSE es un tipo de autorregulación empresarial que busca ser socialmente responsable. Bajo esta óptica, las empresas deben realizar sus actividades de manera “socialmente responsable” para desarrollar un sistema socioeconómico sostenible. Muchas iniciativas empresariales de RSE se esfuerzan para que los consumidores la consideren positiva para la economía y el medio ambiente. En el entorno social actual, tanto los clientes como los empleados valoran trabajar y gastar su dinero en empresas que priorizan la RSE.
No se puede negar que la RSE tuvo un impulso político y público. Como detalló famosamente el autor Archie Carroll hace décadas: nuevas iniciativas gubernamentales establecieron en los años sesenta que la política pública iba a considerar que los empleados y los consumidores constituían significativas y legítimas partes interesadas en las actividades empresariales, así como en temas de medioambiente. Desde entonces se dejó de considerar solo a los stockholders y se tomó en cuenta a los stakeholders, al medir el desempeño de las empresas.
Que el Estado dicte algo no lo hace legítimo. Sin embargo, el punto central de Carroll quedó establecido. La sociedad, muchas veces, actuando a través del Estado, impone más obligaciones a las empresas para poder considerarlas “buenos ciudadanos”. Las empresas dirigidas racionalmente no tienen más opción que cumplir con los nuevos requisitos dentro del marco de la ley. Muchas buscan adelantarse y adaptarse a las nuevas tendencias, incluso diseñando su estrategia de marca alrededor de ellas.
Para responder a esta problemática, Carroll desarrolló una pirámide basada en cuatro pilares para las empresas, desde lo más básico a lo más alto:
- Sostenibilidad financiera
- Cumplimiento con la ley
- La ética
- La ciudadanía empresarial.
Era obvio que esta tendencia de RSE iba a tener críticas. El distinguido premio Nobel de economía y gran referente del pensamiento liberal, Milton Friedman, criticó fuertemente el concepto de la RSE: los empresarios creen que están defendiendo la libre empresa cuando declaran que los negocios no se preocupan «meramente» por el lucro sino también por promover fines «sociales» deseables. También dijo que las empresas tienen una “conciencia social” y se toman en serio sus responsabilidades de proporcionar empleo, eliminar la discriminación, evitar la contaminación y cualquier otra cosa que pueda ser el lema de la manada contemporánea de reformadores. De hecho, están predicando el socialismo puro y sin adulteración.
La responsabilidad social empresarial (RSE) se ha convertido en una práctica común entre las grandes empresas del mundo”.
Pareciera que los distintos campos no pueden estar más opuestos. Por un lado, los teóricos liberales promercado en contra del concepto de RSE, y por el otro, los empresarios que realmente trabajan en el mercado y perciben la necesidad de aplicar políticas en línea con los principios de responsabilidad social que los economistas liberales desdeñan.
Al profundizar más en los argumentos de ambos campos del espectro “proempresa”, se pueden encontrar ciertos puntos de lógica en común que podrían permitir un consenso intelectual a favor de ciertas iniciativas que hoy se engloban bajo un marco lógico afín a los principios básicos de la RSE.
La RSE es iniciativa privada, no obligación. Se vale enfocar en la base de la pirámide de Carroll, la sostenibilidad financiera, pues es la base de todo lo demás. Una empresa que no percibe ganancias no perdurará en el mercado. Friedman no podría estar más en acuerdo con esa afirmación.
Asimismo, el cumplimiento legal no es opción para las empresas. El mismo Friedman argumentó que las empresas no tienen más obligación social que cumplir con la ley, ya que es una condición necesaria –no suficiente– para el esquema de la RSE. Este es otro punto en el que Friedman y Carroll concuerdan.
Es en la aplicación de conceptos subjetivos de ética y ciudadanía empresarial donde los dos argumentos divergen más. Friedman tiene razón: los conceptos de ética y ciudadanía empresarial están cargados de juicio de valor subjetivo, sin embargo, son ampliamente compartidos por segmentos clave de la sociedad en la que opera la empresa, los trabajadores y consumidores. Como el mismo Friedman dijo, la empresa que no satisface las demandas de los consumidores pronto dejará de existir, y los gustos de los consumidores se atienden, no se disputan. Visto de esta manera, las iniciativas empresariales alineadas con la RSE son decisiones racionales tomadas por empresarios que desean tener éxito en el mercado.
La motivación racional, la cual es el motivo de lucro, no siempre remueve el aspecto ético que supuestamente sostiene la RSE. La lógica económica no establece que el motivo de lucro invalida otros motivos de ética y filantropía, entre otros, que podrían existir al momento de implementar las estrategias que empresarios diseñan para destacar sus empresas en el mercado.
La RSE es iniciativa privada. Lejos de elevar los costos más allá de lo que la eficiencia económica establece para la maximización de ganancias, la RSE puede ser vista como una inversión racional de los empresarios para posicionar de manera óptima a sus empresas ante los consumidores, pues son ellos quienes determinarán si las inversiones en iniciativas de RSE producen los retornos esperados. Las empresas más exitosas serán las que responden y anticipan las demandas de los consumidores en nichos de mercado contextualizados por consideraciones de ética y ciudadanía empresarial.
Por: Dr. Nicholas Virzi | Director de Análisis Estratégico de CIG