German Retana
Ph.D. cosultor de empresas
Cuando las expectativas no concuerdan con los resultados obtenidos, las emociones pueden adoptar dos rostros. Uno es edificante y favorece la actitud resiliente y de intentar algo de nuevo, el otro es pesimista y sus reacciones podrían dañar a terceros y a nosotros. En una pandemia ambos rostros se asoman…
La imposibilidad de controlar el impacto de factores externos en asuntos personales causa pérdidas. De ahí que el modo de responder tenga dos caras: la funcional y la disfuncional.
Respuestas disfuncionales: sus manifestaciones son la rigidez para cambiar, las respuestas exageradas, tales como la agresividad, la exigencia de privilegios y las decisiones irracionales. La sensación de no poder satisfacer los deseos desata la intolerancia, la impaciencia y el rompimiento de reglas.
Hay personas que, con tal de no arriesgarse a decepcionarse en el cumplimiento de sus metas, irrespetan y sofocan a su equipo o a su familia. Exacerban las rabietas, la queja y la ansiedad. Se culpan desmesuradamente, externan sentimientos de baja autoestima. La frustración de no adaptarse les genera constante disconformidad en su trabajo.
Respuestas funcionales: cuando el propósito de vida es claro, hay más paz interior y menos sobresalto ante los contratiempos, se superan las desavenencias en resultados, se es resiliente. La actitud reflexiva pone de relieve el recurso interno, se depende más de la motivación intrínseca que de la extrínseca, nacen nuevos hábitos.
Las decepciones son normales, ayudan a madurar. Las emociones negativas son reversibles, transitorias. Los tiempos de pandemia son fuente de aprendizaje para lidiar con la incertidumbre… si así lo decidimos. La madurez permite convertir la frustración en una escuela, en terreno fértil para más intentos, en la justa valoración de circunstancias.
En la gestión de esta emoción, conviene distinguir entre reacción y respuesta. La primera es emocional, inmediata y parte del síndrome del sobresalto con que estamos equipados. La segunda es racional y orientable. Así, podemos reaccionar con enojo ante la indisciplina de los que no siguen normas sanitarias, pero responder sin lacerar a nadie. Si comprendemos esta diferencia seremos más funcionales.
Una perspectiva contemplativa de los efectos de una pandemia contribuye a soltar apegos, a serenar egos, a ejercer el poder de transformar emociones inferiores (intolerancia) en elevadas (paciencia). Conocer el origen, afirma Dalai Lama, es clave «La ira nace del temor, y este del sentimiento de debilidad o inferioridad. Si usted posee coraje o determinación, tendrá cada vez menos temor y, en consecuencia, se sentirá menos frustrado y enojado». ¿Lo intenta?