Este es la viga maestra donde se sostiene el techo de cualquier organización cuando quiere crecer, cambiar, pensar, establecer estrategias, aumentar o disminuir la velocidad de crecimiento
Lo realmente difícil cuando se habla de innovación, no es generarla de manera aislada y ni siquiera es encontrarla. Hay mil casos que se podrían enumerar de haber encontrado algo realmente innovador por error, por casualidad, necesidad extrema o que era hecha con otro fin y que funcionó, de tal manera que alteró de forma sustancial algún aspecto de nuestra vida y que se podría definir como innovación puntual.
La innovación puntual se puede comprar y hasta se alquila. La creatividad se puede reclutar para que a su vez genere innovación. Pero en ambos casos, tanto en creatividad como en innovación, absolutamente necesarios en el proceso, puede ser insuficiente para lo que realmente es capital en generar innovación: su gestión y procesamiento continuo.
Porque si bien es cierto que una sola golondrina no hace primavera, una idea o acto deliberado de innovación no es convertir a quien lo hace o a la empresa que la genera, como innovadora per se. Una innovación no hace a nadie innovador, si no sigue en esa tendencia. Y eso es tan difícil de digerir como de seguir.
CULTURA
No es sencillo ser la persona más lista de la clase todo el tiempo. Eso lo sabe Apple, eso lo supo IBM, eso lo masticó Kodak. Pero el problema de fondo de todo esto no fue dejar de ser quien eran o éramos, de la noche a la mañana o pensar que a Messi y a Cristiano por un partido donde no metan tres goles se les olvidó jugar al futbol. El dilema de la innovación, que es respuesta y es pregunta al mismo tiempo reposa en algo que es sumamente difícil de medir, por etéreo y liviano, pero también por determinante: la cultura.
La cultura es la base de cualquier atisbo o brote verde de innovación y la gestión que esta requiere para florecer de manera endémica en un ecosistema. De hecho, es la viga maestra donde se sostiene el techo de cualquier organización cuando quiere crecer, cambiar, pensar, establecer estrategias, aumentar o disminuir la velocidad de crecimiento.
La cultura puede ser en gran medida el factor X que diferencia a una empresa exitosa y sostenible en el tiempo de otra que por alguna razón no lo es. No busquemos más, es la cultura.
Pero el problema de la cultura es que no es tan famosa como los demás temas que están dentro del mindset empresarial y del management mundial, aunque es omnipresente en las salas de reuniones, pasillos, ascensores, salas de almuerzo y estacionamientos de todas las organizaciones. La silenciosa y casi imperceptible cultura está en la redacción de los correos y en cómo levantamos el teléfono y saludamos (si es que lo hacemos). Si la cultura está en todos lados, como el aroma del café o del té, ¿no sería lógico pensar que la innovación, un proceso tan vital hoy para conseguir sobrevivencia y diferenciación en todo lo que hacemos como empresas y personas, pasa también por ella? La respuesta es más que obvia: si no existe una cultura innovadora ergo, no existe innovación sostenible.
¿QUÉ ES UNA CULTURA INNOVADORA ENTONCES?
¿Se saben la misión, la visión y los valores de su organización?
¿Se la sabe usted amable lector? porque la cultura se sustenta en ellas, y normalmente ni la sabemos ni las vivimos.
Si una empresa está en esa situación, puede aun ser muy buena, inclusive altamente rentable y próspera, pero no será una empresa compacta que hace que todas las personas que la conforman transiten por el mismo camino. Por lo general, son empresas que no pueden cambiar porque el grado de atomización es elevadísimo. La empresa funciona, pero no evoluciona. La empresa crece, pero hace siempre lo mismo, y todos aquí sabemos que no basta con crecer, nos salva la evolución y la generación de valor:
¿Nos salva o salvará la innovación?
Normalmente cuando me hacen esa pregunta suelo retrucar con otra, ¿qué hacemos?
Gestionar y estimular innovación es un proceso, como lo he venido dibujando, meramente cultural. Es la posibilidad de contar con empresas abiertas y dispuestas a equivocarse y dejar que las ideas vengan de todos lados y no de un grupo encerrado en una sala, reunidos una vez al mes por dos horas para planificar la estrategia y presagiar el futuro. Una cultura innovadora es aquella que se alimenta de todos, que no tiene miedo y que no se basa en saberse de memoria la misión, visión y valores, sino es aquella que enseña con el ejemplo a vivirlos, que es lo realmente importante.
No habrá innovación real y sostenible en el tiempo sin personas que la vivan, sin errores qué cometer y que enseñen en el futuro. Sin personas que permitan la libertad de pensar a todos sin importar de donde vengan las ideas, y eso claramente dibuja un solo escenario: Una organización con una cultura diferente a lo que entendemos que hay. Eso es una cultura innovadora.
Oscar Rojas Morillo / Consultor en innovación