Por: Astrid Perdomo | Directora Ejecutiva de la Asociación de Generadores con Energía Renovable -AGER-
En Guatemala, hablar de generación de energía renovable es hablar también de compromiso ambiental. Las empresas del sector no solo producen electricidad, sino que lo hacen implementando prácticas que protegen el entorno y promueven el desarrollo sostenible en las comunidades donde operan.
Las acciones ambientales de los proyectos renovables incluyen programas de reforestación, reciclaje de residuos, viveros forestales, huertos familiares, programas de clasificación, tratamiento y disposición final de desechos, programas de reforestación y reforestación de las macrocuencas, cuidado del recurso hídrico, conservación y restauración de los ecosistemas, mantenimientos forestales de especies nativas, entre otras acciones. Todo esto forma parte de una gestión ambiental activa, alineada con políticas públicas, compromisos internacionales y el deseo de construir un futuro mejor.
En el caso de la energía hidroeléctrica, el modelo de operación está diseñado para ser altamente respetuoso del recurso hídrico. El agua no se consume ni se contamina durante el proceso; por el contrario, se usa eficiente y responsablemente, y se devuelve al río en su totalidad, en condiciones incluso más limpias y oxigenadas. Esta forma de operación garantiza un proceso sustentable, alineado con la protección del medio ambiente, y asegura la optimización de la generación sin incurrir en prácticas que puedan poner en riesgo la sostenibilidad del modelo hidroeléctrico.
Guatemala cuenta con un 88% de potencial renovable. Esta cifra no solo representa una ventaja competitiva, sino una gran responsabilidad. El sector ha demostrado que es posible crecer cuidando el entorno, invertir conservando el medio ambiente y avanzar sin dejar huella negativa en el planeta.
Las energías renovables en Guatemala son competitivas, maduras y escalables. Constituyen un pilar clave en la lucha contra el cambio climático, la descarbonización de la economía y la construcción de una matriz energética segura, sostenible y resiliente.
Producir energía renovable es también proteger la vida y el medio ambiente. Las buenas prácticas ambientales del sector no son un complemento, sino más bien, son la base para una transición energética en armonía con la naturaleza y las personas.