No hay que hablar de reforma ni de incremento impositivo en tanto en cuanto no se culmine el proceso de transparencia y de recaudación eficiente, además de un gasto equilibrado y eficaz.
Es sentir mayoritario que por fin se acabó la temporada electoral. La ciudadanía ya comenzaba a estar harta de tanta campaña, tanta promesa, tanta publicidad y tan poca televisión, radio y prensa que no fuera a hablar sobre candidatos, programas o políticos. Ya se sabe que no hay mal que cien años dure, pero tampoco cuerpo que lo resista.
A partir de ahora, la discusión, el debate y la fiscalización deben dirigirse a los proyectos votados y las promesas realizadas. Lo primero será ver de dónde sale el dinero para pagar las deudas que nos deja este Gobierno y que el propio Presidente admitió –cínica o irresponsablemente– desconocer en una entrevista televisiva, aunque se autocalifique con un ocho sobre diez. Creo que lo del ocho es por lo “del chavo del ocho” y el cerebro le debió, como doña Sandra, de traicionar. Sin una eficiente gestión presupuestaria no hay nada que hacer. Comparto el criterio de muchos en el sentido de que no hay que hablar de reforma ni de incremento impositivo en tanto en cuanto no se culmine el proceso de transparencia y de recaudación eficiente, además de gasto equilibrado y eficiente. Es fácil decir que el Estado gasta poco y que debe de incrementar los impuestos –aunque nunca se determina cuál sería el gasto necesario– pero muy pocos enarbolan la más noble bandera de luchar por un gasto eficiente y trasparente.
Esto último requiere de mucho más esfuerzo, coraje, seriedad y disposición que lo anterior, por otra parte, avalado en la práctica por una comunidad internacional que decide recaudar menos impuestos (Alemania), reducir los gastos de Gobierno (España) o quitar las subvenciones (Argentina). Todo un contrasentido de muchos embajadores que cacarean y sostienen un discurso que no es mantenido, promovido ni sostenido en sus países ¡Pura demagogia! El tema del gasto público debe asumirse como un compromiso en distintas vías. Por parte del Gobierno se requiere transparencia extrema, eficiencia medible y ausencia de endeudamiento. Del otro lado, responsabilidad ciudadana y que todos paguen. No es posible establecer un sistema de convivencia donde unos tributan y otros evaden o donde hay privilegios para algunos como excepciones de IVA y de otros impuestos. La ley debe ser general, universal y, por tanto, igual para todos y las excepciones únicamente crean privilegios y grupos de poder en perjuicio de otros que cumplen.
El próximo Gobierno tiene, sobre todo, una responsabilidad con la seguridad. La promesa de campaña se centró fundamentalmente en reducir las altas cuotas de violencia y en hacerlo de una manera contundente (mano dura), eficazmente y en tiempo corto. No se puede, por conseguir votos, prometer cualquier cosa. La bolsa solidaria terminará teniendo un carro o una entrada para el circo si le siguen incluyendo cosas para “venderla” mejor. La subvención y ayuda al necesitado deben ser un hecho puntual que sirva, exclusivamente, para superar el momento de necesidad y no una atención permanente que se institucionaliza y termina por generar un importante costo que luego es difícil suprimir y asumir. Es preciso aprender de los países en crisis –Unión Europea– y las consecuentes medidas que están tomando. No a jueces corruptos, pero también no a investigaciones deficientes producto de un MP politizado y presionado por diferentes grupos, en este caso de una izquierda perniciosa que sigue la batalla, no importa por qué vía.
En definitiva, a “rey muerto…, rey puesto”. Los desafíos son grandes y las condiciones de partida difíciles por la inutilidad manifiesta del Gobierno saliente. Nada es imposible, aunque difícil, pero ¿quién dijo que esto de gobernar era fácil?
www.miradorprensa.blogspot.com