Todavía es demasiado reciente el trauma que provocó a nivel global el precio del petróleo en 2008, cuando superó todo pronóstico, rebasando la barrera de los US$140 por barril.
Las consecuencias en la estructura productiva (especialmente el transporte) se sintieron en todo el mundo, pero los más afectados fuimos aquellos países que somos importadores netos. Sin embargo, así como subió, para diciembre de ese mismo año, su precio ya estaba en US$35 por barril. No hay mal que por bien no venga; la crisis económica mundial contrajo la demanda y permitió que los precios volvieran a bajar.
Sin embargo, para principios de este año, el precio del petróleo nuevamente había superado el umbral de los US$80 por barril, un crecimiento de más del 100 por ciento en un año. La tendencia nuevamente es hacia el alza y probablemente se mantenga así durante éste y el próximo año. Al respecto se podría decir que hay buenas y no tan buenas noticias. Respecto a las primeras, el aumento observado en los precios de los últimos años motivó nuevas inversiones en exploración y explotación de reservas petrolíferas. Esto especialmente en países fuera de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), como Brasil, Rusia y Kazajistán, incluso Estados Unidos.
Siempre por el lado positivo, también hay una marcada tendencia hacia reducir el consumo de combustibles fósiles por motivos de preservación del medioambiente. El surgimiento de nuevas tecnologías, como los vehículos híbridos y el uso de combustibles de fuentes renovables, como el etanol y el biodiesel, están aumentando aceleradamente.
Sin embargo, y a pesar de estas dos importantes tendencias, la demanda por combustibles fósiles de países en vías de desarrollo se incrementa como consecuencia de su evolución en el proceso de desarrollo. Esto es especialmente evidente en países como China e India que, en la medida que se recupere la economía global, van a tener un efecto importante sobre la demanda de combustibles y, como consecuencia, su precio. Asimismo, mucho del problema en los precios de los combustibles no está en el petróleo sino que en su refinación y producción de derivados. Persiste un importante déficit en la capacidad de las refinerías y no se espera que la misma se incremente de manera acelerada como consecuencia de las restricciones ambientales que existen.
Guatemala, por su alta dependencia, es importante que tome en consideración estas tendencias. Nuestra matriz energética es altamente dependiente de los combustibles fósiles, un insumo del que dependemos del exterior y sobre el cual tenemos muy poca o ninguna influencia en sus precios. Durante los últimos meses tuvimos un respiro pero, hacia futuro, la tendencia en los precios de los combustibles indica que tendremos que hacer importantes inversiones, especialmente en fuentes de energía renovables, para reconvertir nuestra estructura productiva y poder mantenernos competitivos a nivel global.
El problema en los precios de los combustibles no está en el petróleo sino que en su refinación y producción de derivados.