En pleno 2022, es más frecuente ver que una mujer se dedique a una carrera relacionada con las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Sin embargo, todavía existe una brecha considerable en el tema de la igualdad de género en la industria tecnológica.
Las cifras no mienten. De acuerdo con ONU Mujeres, las mujeres representan el 49.58% de la población global. Aunque prácticamente somos la mitad de los habitantes, las oportunidades para desarrollarnos en la ciencia y la tecnología no son las mismas. Un informe de la UNESCO determinó que la desigualdad entre géneros en la enseñanza de las STEM es considerable. En la educación superior, solo el 35% de los estudiantes matriculados en estas disciplinas son mujeres. Actualmente solo el 28% de los investigadores del mundo son mujeres.
En la región latinoamericana la situación es similar: del 100% de investigadores en ingeniería y tecnología, solo el 36% son mujeres en Uruguay. En Colombia representan el 26%, en Costa Rica el 24%, en El Salvador el 17%, en Honduras el 21.5% y en Bolivia el 19%, según dicho estudio.
Esta disparidad genera una inmensa reducción de talento para la tecnología y la ciencia, en términos de creatividad y diversidad en los equipos, así como en las perspectivas al abordar temas de investigación y llegar a nuevos resultados.
“Los sistemas sociales deben permitir que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades para profesionalizarse en las STEM”.
Y podríamos seguir mencionando más datos y hechos sobre el impacto negativo de la desigualdad de género, pero debemos aprovechar la conmemoración del Día Internacional de la Mujer para tomar una actitud propositiva y ofrecer soluciones.
Para lograr que las mujeres tengan más oportunidades de desarrollo académico y profesional en las STEM se requiere del involucramiento de toda la sociedad: familia, instituciones educativas, empresas, centros de investigación y gobiernos.
El camino hacia la igualdad
Si queremos que en el mundo haya más personas como Marie Curie –primera mujer en ganar un Premio Nobel– o Diana Trujillo –líder de la misión que llevó a Marte al robot explorador Perseverance–, se debe nivelar la balanza y comenzar a trabajar desde los estudios. El primer paso es crear oportunidades para que niñas y adolescentes se formen académicamente y desarrollen sus capacidades, habilidades y destrezas en ciencias, ingeniería, tecnología o matemáticas.
Las organizaciones pueden utilizar sus programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) para abrir espacios de mentoría que permitan a las mujeres desarrollarse en el ámbito tecnológico. Si se toma en cuenta que la tecnología y la ciencia ganan terreno en el mundo, los empleos del presente y del futuro también están vinculados con estas disciplinas.
Por lo tanto, los sistemas sociales deben permitir que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades para profesionalizarse en las STEM. Esto también se debe reflejar en la retribución salarial: la remuneración económica debe estar vinculada con la experiencia, el conocimiento y la capacidad.
En muchos casos, la maternidad representa un reto para el crecimiento profesional de las mujeres. Decidir ser madres no debe ser un impedimento para continuar con los estudios, aplicar a una beca o ser consideradas para optar a un ascenso. Las familias contemporáneas crean condiciones de igualdad en todos los ámbitos: desde el cuidado de los hijos hasta la realización de las tareas del hogar.
El progreso de cualquier país está vinculado con la manera en la que fomenta que todos sus habitantes –hombres, mujeres, niños y niñas– tengan las mismas oportunidades de desarrollo social, emocional, educativo y económico.
Por último, vale la pena recordar las palabras de António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, quien afirmó que invertir en las mujeres es la forma más eficaz de que las comunidades, las empresas e incluso los países prosperen. “La participación de la mujer hace que los acuerdos de paz sean más sólidos, que las sociedades sean más resilientes y que las economías sean más pujantes. Conseguir la igualdad de género es una tarea pendiente de nuestra época”, puntualizó.
“Las organizaciones pueden utilizar sus programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) para abrir espacios de mentoría que permitan a las mujeres desarrollarse en el ámbito tecnológico”.
Lograr el objetivo de tener mayor presencia y visibilidad en la industria tecnológica es un trabajo de todos: hombres y mujeres. Sin duda, la colectividad es la fuerza que necesita el mundo para conseguir una verdadera igualdad en sus diferentes ámbitos académicos, profesionales y laborales.
Por: Erika D. Galván | Directora Corporativa de Planeación Estratégica, Comunicación y Capital Humano en KIO Networks