German Retana
Ph.D. cosultor de empresas
De la mano del miedo, la ansiedad y la frustración vienen, en forma combinada, otras emociones: la ira, la tristeza, la soledad, la desorganización, la desazón, el tedio… Ahora, es posible resguardar el equilibrio y la efectividad emocional mediante respuestas funcionales y solidarias.
Ira y enojo: correr riesgos no deseados a causa de la indebida, irreflexiva e irresponsable conducta de otros, puede desencadenar actos de violencia, malestar exacerbado e inculpaciones sesgadas. Incluso, se puede caer en la tentación de obrar igual que los infractores de reglas, cometer actos de amenaza y afectar la salud mental del círculo más cercano.
Sin gestionar esta emoción, es difícil confrontar riesgos. Lo funcional es que, ante una ilegalidad de otros, se recurra a las autoridades competentes. Además, hay que recordar que la ira es la cara oculta del miedo y usar los recursos mentales en procura de serenidad al elegir caminos. La fortaleza interior, cultivada como estilo de vida, diluye la magnitud del enojo.
Tristeza y soledad: aceptar que el distanciamiento y la restricción para salir de casa son cargas psicológicas. El agobio, la pérdida de vínculos y rutinas, el bajo entusiasmo y el temor a sufrir accidentes estando a solas son fruto de estas emociones. El derrotismo y la evasión de tareas, también.
Pase lo que pase, todo pasará. Los efectos de una pandemia son temporales, el período aciago se acorta con el respeto individual de las normas sanitarias. Nadie está solo en esta crisis, eso hay que entenderlo. Los vínculos de amistad, aunque se expresan de manera distinta, se mantienen. ¡Estar aislados no es estar solos!
Las familias que reciben el efecto de una pandemia experimentan un verdadero cocktail de emociones, máxime si la fatalidad toca a la puerta. La solidaridad empieza por el fortalecimiento personal para poder ofrecérsela al prójimo siendo el hombro firme que sostiene el dolor ajeno. Veamos dos formas de prepararse para ser ese apoyo.
Una es comprendiendo el recorrido natural de las emociones: al inicio, la negación de la realidad, luego el miedo a sus consecuencias, el caos inmediato, la reactivación de la marcha. Con la aceptación de las realidades, nuevos hábitos se despliegan envueltos en un halo de serenidad…
La segunda, nutriendo el equilibrio integral y la confianza. Un abanico de buenas prácticas le abona a este fin. Por un lado, están el ejercicio, la hidratación, y el descanso; por otro, la austeridad, la adaptabilidad, la flexibilidad, el altruismo, el contacto con la naturaleza, el control de la autoexigencia…
“Cuando las arañas se unen, pueden matar a un león”, reza un proverbio etíope. La solidaridad es la mejor contrapandemia. ¿Qué aporta usted para atar a la COVID-19 y su cocktail?