Carlos Luna Rivara
Socio fundador Corporate Governance Leaders
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Es temprano para evaluar con precisión todos los impactos sociales, emocionales, políticos y económicos de la crisis generada por la COVID-19, por mucho que comienzan a notarse. Aunque algunas voces se están animando a predecir cómo será el mundo a partir de ahora.
Lo cierto, es que algunas de las principales preocupaciones a las que se están enfrentando los líderes de las empresas familiares luego de finalizar el estado de calamidad, giran en torno a garantizar la salud de sus empleados y simultáneamente mantener la supervivencia de los negocios comportándose en consonancia con los valores y principios sobre los que se fundamenta su esencia y propósito. La presión para la toma de decisiones es grande.
El diccionario de la RAE define la resiliencia, como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. En términos empresariales, ser una empresa resiliente implica tener los conocimientos, habilidades y actitudes para sobrevivir a situaciones cambiantes, impredecibles o directamente desfavorables. En este momento, la resiliencia empresarial se debe traducir en un plan de continuidad del negocio, considerando específicamente las excepcionales circunstancias presentes. El objetivo principal de ese plan es facilitar la toma de decisiones estratégicas y operativas en un contexto de riesgo elevado.
Es en este contexto donde la Responsabilidad Social cobra relevancia. Tres motivos explican por qué las empresas con ese sentido de responsabilidad actúan con integridad en momentos así.
• Primero, porque cualquier “interrupción ética” en estas circunstancias conllevará un costo en el corto, mediano y/o largo plazo.
• Segundo, por coherencia estratégica con los principios y compromisos libre y voluntariamente adquiridos, que demandan la atención apropiada de las necesidades de los stakeholders.
• Y tercero, porque un contexto de crisis como este también representa una gran oportunidad para el cambio.
He observado en algunas empresas familiares, por ejemplo, que como consecuencia de los efectos del coronavirus se ha dado un cambio de cultura empresarial, que concretamente ha significado privilegiar la cooperación humana sobre los objetivos financieros. Así, las empresas también pueden beneficiarse en el largo plazo de la solidaridad y compromiso con su activo más valioso (las personas), y simultáneamente contribuir a hacer frente a los efectos de la crisis económica, cuya recuperación se prevee lenta.
En el gobierno corporativo, las empresas socialmente responsables apuestan por una comunicación transparente que involucra a los trabajadores y demás grupos de interés en la solución de los retos que presenta la crisis. La transparencia consiste en compartir voluntariamente información de calidad con los grupos de interés, y debe basarse en el diálogo comprometido con ellos. En un contexto poscoronavirus, esto significa comunicar de forma activa y regular, esforzándose por lograr la mayor calidad posible en la información que se traslada.