Esta enfermedad crece porque la capacidad de liderar de manera autentica decrece.
En estos tiempos donde la palabra virus se ha vuelto parte del léxico, se debe adoptar una reflexión que durante décadas no se ha realizado de manera efectiva:
¿Por qué el virus de la ineficiencia en las industrias cada vez es más contagioso?
Hay varias razones que hacen que esta pandemia de la ineficiencia se apodere todos los días de la Industria.
– Una de las más importantes es la falta de convicción en las personas. La convicción es la materia prima de la eficiencia, nadie podrá desarrollar una actividad con excelencia si no cree en lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Pero el problema es más profundo aun, las personas no saben esas cosas porque quienes deben encargarse de que lo sepan están más preocupados revisando números que, generando buenos números a través de personas convencidas y motivadas.
– Otro aspecto fundamental es la confianza, que se le da al trabajador para pensar y hacer. La Industria está llena de líderes autócratas que les mortifica ver a sus colaboradores de primera línea producir ideas brillantes, ideas que solucionan de manera simple lo que para muchos de manera compleja no han podido solucionar.
Es ahí donde comienza a esparcirse el virus de la ineficiencia. Cuando las personas que activan los procesos pierden la convicción y la confianza, perdiendo todos los anticuerpos que provee la Industria para pasar por cualquier situación que genera esa enfermedad llamada reproceso.
La ineficiencia crece porque la capacidad de liderar de manera autentica decrece. Es increíble que se ejecuten gerencias por el quién soy y no por el qué he logrado. Pero más que el qué he logrado, es con quién he conseguido llegar a los objetivos.
El primer reconocimiento debe ser para el primer enfermo de ineficiencia. El operador de primera línea, esa persona maravillosa que poco se le escucha, pero mucho tiene por decir. Esa persona que conoce la verdad que muchos tildan de mentira. Porque si se escuchara la verdad se evidenciarían a muchos líderes, supervisores, jefes, coordinadores, directores y gerentes, que gracias a su falta de compromiso, verdad y sobre todo de conocimiento, contaminan los espacios sagrados del trabajador.
Esta pandemia de ineficiencia que está matando en la Industria, que genera más costos, hace ser menos productivos, más gestores de reprocesos, menos generadores de bienestar, también tiene un catalizador que muchas veces viene defectuoso. Ese catalizador es el mal llamado jefe.
Esa persona que debería diagnosticar sus procesos y las personas que los activan de manera rápida y efectiva. Esa persona que debería generar el alivio cuando las cosas no van por el camino correcto, cuando debe inyectar una solución de simplicidad a los problemas generados por las partículas de ineficiencia adquirida todos los días.
Este mal llamado jefe, deja de ser un médico para los procesos y se convierte en un acelerador del virus de la ineficiencia, especialmente cuando empieza a desconocer que la verdad en la Industria se escribe todos los días en el hacer, desde la verdad de una operación limpia, pensada, ordenada, organizada y segura.
Cuando esto sucede la receta para la cura se convierte en un mal mayor para la enfermedad. Este virus de la ineficiencia se riega por todas partes, se permea en humanos y máquinas, lo más preocupante es que muchas veces cuando se encuentra una cura, el enfermo de ineficiencia ya está desahuciado. Se le ha perdido por falta de convicción y no por exceso de acción.
Pero no todo está perdido, como todo virus siempre se termina encontrando una cura. Una solución que, si es bien aplicada, empezará a diferenciarse del resto de las industrias, ganando importancia donde muchas han perdido la razón.
Esta cura se llama líderes auténticos, personas que tienen el conocimiento desde el privilegio del hacer, que conocen los procesos desde su esencia, que hablan el lenguaje de la eficiencia porque está en su ADN, este que rechaza el virus de la ineficiencia por convicción y no por imposición.
Personas que no solo tienen una formación académica que los respalda, sino también la capacidad de ir a la fuente de la Industria a entablar una conversación humilde con quien todos los días se levanta a darle valor a las máquinas y los procesos.
La Industria debe cuidarse de personas que prometen más de lo que cumplen, de personas que a través de una lírica cuántica que se escucha maravillosa poco la aterrizan a eventos tangibles que generan valor y simplifican la vida de quienes hoy ya la tienen difícil.
La Industria debe cuidarse de aquellas personas que solo saben repetir lo que escuchan, pero no saben repetir en actos lo que personas talentosas hacen todos los días en silencio. Debe cuidarse de quienes una y otra vez fracasan en lo que les toca, pero son opinadores y críticos de lo que no saben de manera imprudente e irresponsable, sin autoridad moral, sin autoridad desde el resultado.
¡Hoy, más que nunca se necesita una Industria libre del virus de la ineficiencia!
Colaboración especial: Cristian Murillo Villegas
CEO y fundador Lean Power Management
www.leanpowermanagement.com