Sanar el alma en el Lago de Atitlán
San Marcos La Laguna es de esos lugares que se aman o se odian. No hay cabida para sentimientos a medias.
Este pequeño pueblo se puede resumir en dos calles principales: una para vehículos y otra para peatones. Su población principalmente kaqchikel no supera los tres mil habitantes y se caracteriza por ofrecer servicios de hospedaje y alimentos a turistas extranjeros.
Al bajarse de la lancha pública que cobra alrededor de Q25 por el viaje desde Panajachel, el muelle indica solo un camino posible. El empedrado está limpio sobre la calle de un ancho de dos metros máximo. Un arco de flores da la bienvenida a quien busca una aventura espiritual de paz, tranquilidad y buena compañía.
El español es lo que menos se habla en sus hostales, porque predominan el inglés de los extranjeros y el idioma maya de los locales. Carne es lo que menos se consume en sus restaurantes, porque la mayoría de sus visitas es vegetariana o vegana, amante de los sabores extraños, naturales y orgánicos, de dieta sin preservantes.
Un día normal en San Marcos comienza con yoga desde una plataforma viendo al Lago de Atitlán o en medio del bosque en la montaña. Terapias de aromas y té o con un café fuerte, cosechado y tostado en el mismo pueblo.
Se puede ir a una reserva natural con una plataforma para saltar al agua, a una granja de hongos comestibles, a varios muelles para contemplar el lago (algunos mejor cuidados que otros), o se puede caminar y pasar el tiempo con gente en busca de nuevas experiencias cada día de su vida.
Una típica noche en San Marcos incluye algunas cervezas, mucho tabaco, música alternativa y una plática con veinte y treintañeros de Estados Unidos, Alemania, Suecia, Francia, Israel, (el lugar que se le ocurra), y algunos capitalinos guatemaltecos.
Un personaje recurrente es Jesús (pronunciado yisus), un joven ex estudiante de administración de empresas con pelo largo y barba enredada, quien llegó a San Marcos de paseo con su familia y que dejó su vida en la Ciudad hace un año para dar clases de yoga, terapias de cacao, cantar acompañado de su guitarra y nadar de noche en el lago, actividad que, según los lugareños, tiene poderes curativos en el alma.
Quien necesita de un momento en silencio, vivir el presente y empaparse de la extraña libertad de turistas descalzos con historias de aventura, lo encuentra en San Marcos La Laguna. Quien busca otras actividades en Atitlán, posiblemente encuentre el pueblo muy aburrido. De igual forma, solo hay una manera de saberlo: súbase a una lancha y visítelo.