Javier Zepeda
Director Ejecutivo
Cámara de Industria de Guatemala
En medio de tanta noticia negativa, es alentador informar en esta edición sobre un aspecto muy positivo, porque trae consigo la posibilidad de mejorar los indicadores de empleo y de crecimiento económico. Se trata de la adaptación de nuestro sistema productivo a una especie de nueva revolución industrial, pero vinculada a una revolución digital que fortalece la productividad y un desarrollo inclusivo.
Contar con una nueva política industrial va más allá de la mera idea de la exportación de bienes y servicios y la sustitución de importaciones. Se trata de modernizar a las industrias y mejorar su productividad, pero también procurar las condiciones para mejorar el entorno en el que se desenvuelve el sector productivo, como infraestructura vial, energía, puertos y seguridad, entre otros.
Esta es una manera de responder ante nuestros asociados, que con toda razón reclaman políticas de Estado que procuren un entorno que les permita competir y crecer en igualdad de condiciones con el resto del mundo.
Sin duda, la industrialización es una fuente importante de crecimiento económico y desarrollo social, y su potencial para generar empleo es enorme. El interés y el apoyo a este sector también trae beneficios para generar ocupación de calidad, la formación profesional, la innovación permanente y la creación de centros tecnológicos con capacidad para generar nuevos conocimientos.
Todos sabemos que la falta de trabajadores calificados es un hándicap para el crecimiento de muchas industrias, si no veamos el caso de los call center que tienen dificultades para crecer por la carencia de colaboradores bilingües. De allí que la nueva política industrial contemple una sana alianza entre industrias, Estado y sociedad, tal y como ocurre en los países desarrollados, todos volcados a favorecer la industrialización.
También es digno de atención la existencia de una política industrial que permita el desarrollo de nuevas áreas de producción, con novedosas tecnologías de información, manufactura con inteligencia, automatización y robótica que, dicho sea de paso, muchas de nuestras industrias ya tienen. Es cuestión de contar con una estrategia de mediano y largo plazo que permita, por ejemplo, el acceso al crédito de las mipymes, para que puedan invertir en innovación y competitividad.
Existen casos interesantes en América Latina que han dado buenos resultados, como el desarrollo de la industria metalmecánica en Ecuador, que pese a los obstáculos impuestos por el gobierno de ese país ha salido adelante. En general la región se prepara para afrontar la recomposición productiva que ya se está registrando a nivel global.
Expertos de la CEPAL han escrito que el aumento de la productividad y la diversificación productiva son necesarias para hacer sostenibles la inclusión social en el largo plazo, y que una economía que permite distribuir la productividad entre diferentes sectores distribuye mejor la riqueza. Para lograrlo -apuntan los expertos- no basta con el mercado sino requiere que los Estados tengan política industrial. Enhorabuena, porque hacia allá vamos.