El año 2014 está en puertas. Las previsiones y análisis para ese futuro inmediato comienzan a surgir y se presentan diferentes escenarios.
Se reflexiona sobre qué será lo importante y el puesto que ocupará lo urgente, tanto en la política como en temas económicos, y las cábalas son la distracción de muchos.
El año próximo será crucial. Superado 2013 de la “transparencia”, únicamente falta que el que viene se denomine de la “honestidad” y así cerrar el círculo de la sinrazón. Prácticamente se acaba el tiempo de este Gobierno y seguramente será preciso rentabilizarlo mediante la promoción de los “magníficos logros alcanzados” y cómo se establecieron las bases para bla, bla, bla….
La realidad es que se romperá la poca cohesión existente entre sus integrantes, especialmente los diputados –de ahí la necesidad de buscar un presidente del Congreso que los amarre– y aquellos “padres de la patria” a los que no se les asegure que ocuparán la primera casilla en las próximas elecciones (u otras prebendas), huirán hacia bancadas más generosas con sus no siempre nobles aspiraciones.
Sin embargo, el tema sustancial de 2014 no será nada de eso. Es preciso recordar que hay que conformar las comisiones de postulación para elegir fiscal general, magistrados y otros, lo que servirá para delimitar el espacio jurídico y de supervisión al que serán sometidos los actuales gobernantes, una vez abandonen el poder. Dicho de una forma más directa: será necesario poner en esos puestos a quienes les aseguren la supervivencia ¡Esa será la reina de las batallas!
Por otra parte, el reposicionamiento de candidatos presidenciales estará mucho más claro y continuará la batalla por llegar al poder para, desde ahí, buscar las espurias rentas de las inversiones que hacen partidos y agrupaciones políticas. Se definirán todavía más los candidatos y el partido oficial, y otros que aún no han querido revelar tal binomio, se integrarán a esa lucha sin cuartel que emprendieron desde el inicio de la presente legislatura. Es ahí donde la población debe de prestar atención para evitar que ladrones, corruptos, usureros, buscadores de renta y otros mafiosos, aprovechen la política para hacer su agosto y dilapidar los fondos públicos directamente o por medio de contrataciones del Estado.
Será muy difícil, seguramente, buscar un eslogan que pegue en esta próxima campaña. El bienestar y el desarrollo, la seguridad y otros, ya han sido suficientemente manoseados y nadie se los cree. Puede que ocurran dos cosas. Una, que se genere un mensaje disruptivo y el partido que lo adopte promueva nuevas y atractivas acciones de honestidad que pasarán por romper con esas malas mañas de la mayoría de políticos. Otra, que se produzca una convulsión político-social que nos aproxime más a esos países de la órbita socialista moderna tipo Venezuela, Ecuador, Bolivia o Nicaragua, donde las reformas están a la orden del día pero siempre direccionadas por la dirigencia que busca perpetuación eterna.
El mensaje final no puede ser otro que: ¡Hay que participar y tomar las riendas del destino! Como el caso que se hace al respecto es muy poco, seguramente nada cambiará y todo proseguirá ese rumbo que nos sigue manteniendo con índices de criminalidad altísimos, galopante deuda económica y presión social, muchas veces manipulada, que ahoga a quien se le ponga delante por medio de sindicatos que comenzarán ya mismo a reclamar prebendas.
Así las cosas, volverá a ocurrir lo de siempre, es decir, ¡nada! Y nos lamentaremos por otros cuatros años, lo que sumado a los más de 500 de conquista, servirán para apoyar el lamento, la queja y la inacción habitual, en lugar de aceptar la culpa de nuestra propia incompetencia y voluntad. Pero…, no importa. Seguimos siendo ¡el país de la eterna primavera! Cierto que el invierno no llega nunca, pero tampoco el verano que debería de producirse mucho antes se deja ver.