Martin Strähle compartió, en Guatemala, diferentes talleres con socios de CIG, gracias al apoyo del Área de Ambiente y Recursos Naturales de la institución, por medio del programa Consolida, impulsado por la organización alemana BFZ.
El ahorro de energía y el uso razonado del agua no son desconocidos para las grandes industrias y todo el empresariado guatemalteco; conocen de tecnología y saben cómo ahorrar ambos recursos mediante la utilización de algunas prácticas. Sin embargo, a decir de Martin Strähle, de los Centros de Formación Profesional de las Asociaciones Empresariales de Baviera (Alemania), eso no es todo. Sostuvo que hace falta la implementación de una política sistemática, una gerencia de eficiencia energética para mejorar continuamente el consumo de energía y, así, reducir los costos e impactos ambientales.
De la teoría a la acción
Strähle consideró que en Guatemala falta que las empresas capaciten a sus colaboradores para formar una política e iniciar un plan de acción en estas áreas. “Se necesita la implementación sistemática de un monitoreo continuo del consumo de energía”, sostuvo.
Pero, y aunque en teoría implica alguna inversión inicial, en el corto plazo se recupera, como lo comprueban experiencias de otros países. Al comparar los costos con lo que implica otros planes de gestión de calidad, por ejemplo, no hay diferencia. Además, en un término de seis meses los costos de producción de las empresas se reducen; ahí está el ahorro y, a la vez, la contribución ambiental”, afirmó.
¿Y los desechos sólidos?
En Guatemala, es una labor más complicada pues aún no hay estímulos. Y aunque algunas empresas desarrollan iniciativas de reciclaje, aún no es una labor generalizada. Además, se carece de suficientes controles para lograr que los envases se recuperen y se limpien correctamente de residuos químicos. Este es un trabajo en el que las empresas deben trabajar más para evitar daños al ambiente y la comunidad, recomendó Strähle.
Agregó que en el país tampoco hay estímulos en el mercado para emprender estas políticas, como en Alemania, donde los desechos como empaques, papel, plásticos, tienen un valor alto y, por lo tanto, es atractivo el reciclaje y su manejo.
Esos incentivos también hacen falta en la eliminación de residuos de baterías, por ejemplo y, por consiguiente, su tratamiento aún es limitado.
“Hay empresas que trabajan el reciclaje de diferentes materiales: baterías, papel, etcétera. Pero hablando con personas de esta área dicen que no tienen incentivos o no tienen conocimiento de cómo hacerlo”, afirmó.
En suma, Strähle consideró que el tratamiento de desechos y residuos químicos, así como el ahorro de energía y agua, no es cuestión únicamente de recursos económicos. Las empresas deben instituir una política integral y contratar a profesionales en estas áreas.