Nov-2013 Menos deuda y más competitividad

Comunicación CIGoctubre 2013

Discurso pronunciado el siete de octubre, durante la celebración
del Día de la Unidad Alemana.

Este día recordamos la caída del muro de Berlín, símbolo de la división que sufrió el continente europeo a causa de la guerra fría durante 40 largos años. El fin de esta confrontación marcó el comienzo de una cooperación sin precedentes y la apertura de nuevos caminos de convivencia y progreso. La Alemania del año 1990 consistía en dos sociedades de distintas culturas políticas, sociales y económicas. El proceso de acercamiento no fue fácil debido a su singularidad histórica; y aún hay mucho que superar.

Al principio fue un proceso improvisado. Tan grandes fueron las dificultades, costos y contratiempos que, diez años después de la unificación, el Estado alemán fue calificado por los medios internacionales como “el hombre enfermo” de Europa.

Nuestros Gobiernos de los años 2000 a 2007 no tenían otra alternativa que introducir reformas en los sistemas de protección social, mercado laboral y pensiones. Para muchos, tales medidas de austeridad fueron dolorosas, por ejemplo la de elevar la edad de la jubilación a los 67 años.

Poco después surgió la crisis financiera global que sacudió al mundo con sus consecuencias desastrosas para los mercados laborales y la deuda soberana. Entonces, Alemania, gracias a sus previas reformas, estaba relativamente bien preparada para enfrentarse a los retos de esta crisis financiera y logró superar sus efectos en pocos años.

Este éxito fue el resultado de políticas flexibles de varios gobiernos alemanes, así como también de la participación solidaria de los gremios autónomos, de los empresarios y de los trabajadores. Y, sobre todo, fue posible gracias a un marco jurídico e institucional claro, en el cual nadie jamás puso en duda que la independencia del poder judicial se respeta, y los fallos de los tribunales se ejecutan incondicionalmente, comenzando por los fallos de los magistrados responsables para interpretar la Constitución de la República.

Para Alemania, el guión principal de la política anti crisis era y es “menos deuda y más competitividad”.

Menos deuda porque no es justo vivir a costo de generaciones futuras, y más competitividad porque solo una economía eficaz y productiva es sostenible y garantiza empleo, ingreso presupuestario para poder financiar necesidades básicas de salud, educación y asistencia social. Aquí no se trata de competitividad a nivel europeo sino nosotros como europeos tenemos que hacer frente a la competencia global.

Todos sabemos que los actores decisivos en la creación de empleo, bienes y servicios, capital e inversiones no son los Gobiernos, sino las empresas –grandes, medianas y pequeñas–.

El mundo globalizado, la integración regional, es un factor clave para mejorar la competencia. La Unión Europea cuenta hoy con un mercado único de 28 Estados y 500 millones de habitantes. Además, 17 de sus Estados miembros comparten una moneda, el Euro.

La Unión Europea no es la causa de las dificultades económicas, bancarias o endeudamiento excesivo surgido en los últimos cinco años con algunos de los socios. Más bien, la Unión Europea ofrece soluciones:

Es normal que, en tiempos difíciles, un socio apoye a al otro. Los alemanes nunca olvidamos que, cuando nosotros mismos vivimos tiempos difíciles, nuestros socios también nos mostraron su solidaridad.

En Guatemala y América Central, los mismos principios de eficacia económica pueden aplicarse, porque son principios universales. Es la empresa privada –grande, mediana, pequeña y micro–, no el Estado, quien crea los empleos y riquezas sostenibles, aquí como allá.

Para esto se necesitan reglas adecuadas y transparentes, instituciones eficaces, menos burocracia y, sobre todo, seguridad jurídica y respeto ante un poder judicial independiente, así como el cumplimiento no tergiversado de los fallos de los magistrados competentes, en sintonía con las claras advertencias hechas por las Naciones Unidas. También se necesita la seguridad ciudadana, responsabilidad primordial del Estado.

 

 

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