Ago-12 Prensa, ética y gobernabilidad

Nuestra misión es orientar desde los más variados puntos de vista a un público que espera de nosotros una acción bien intencionada, constructiva y seria.

Hace pocos días escribí en mi columna de un matutino en torno al papel de la Prensa y su relación con la gobernabilidad. Hice referencia a varios aspectos de esa compleja relación que combina la obligación de informar con la responsabilidad al hacerlo, pues ni se puede inhibir el ímpetu noticioso ni se puede abusar del mismo, siendo irresponsable al abordar temas que dañarán a los demás.

Al fondo del tema aparece un aspecto que debe ser considerado en todas las acciones del ser humano: La ética, o sea la motivación detrás de las acciones.

Si revisamos las causas que mueven los poderosos motores de la Prensa, comprenderemos que es allí donde se gesta la buena o mala intención de los hechos, fundamentalmente de manera consciente.  Y digo fundamentalmente, porque en todo proceso humano debemos reservarnos el espacio para la duda, para el error cometido en mitad de las emociones.

Sin embargo, cuando la motivación es consciente, premeditada y si se quiere decir, hasta mal intencionada, el espacio privilegia el análisis ético como guía para emitir un juicio de valor, ajustado a la buena intención que debe privar en las acciones de impacto público.

Quienes tenemos el acceso a los medios de comunicación debemos tener clara conciencia del impacto que nuestros mensajes tienen. Hacemos uso de la confianza y la fe que el público tiene respecto de nuestras opiniones, y aunque siempre priva un toque de suspicacia en los lectores más profundos, el grado de confianza depositada en nuestros análisis permite formar una especie de conciencia colectiva. Lo pesado de esa responsabilidad es la que llama a actuar cuidadosamente al publicar nuestros mensajes en los medios de comunicación social.

Olvidar esa responsabilidad es faltar a la ética principal que debemos llevar quienes publicamos: Nuestra misión es orientar desde los más variados puntos de vista a un público que espera de nosotros una acción bien intencionada, constructiva y seria, aun y cuando conlleve una fuerte denuncia.

Una gestión ética correcta de la Prensa no hace de ésta algo tímido, gris o poco apegado a los temas importantes. Todo lo contrario: La ética obliga a informar y a comentar sobre hechos reales y probables para aprovechar correctamente el privilegio de la atención y la confianza pública.

¿Por qué escribo esto? Porque he visto con preocupación cómo aumentó momentáneamente la difusión de rumores que generan animadversión contra algunos grupos y personas. El segundo fin de semana de junio, por ejemplo, más de la mitad de un espacio de mordaces comentarios fue dedicado a una persona. La forma en que se causó daño a su reputación, creo, denota además de resentimiento y odio, un desprecio profundo por la perfección periodística que debería de imperar en esta profesión. Más allá, creo que por momentos algunos colegas pierden el norte y recurren a la “rumorología” y el sarcasmo para provocar morbo y satanizar a algunos personajes.

La Prensa debe tener el valor de someterse a la autocrítica. Por ejemplo, ¿acaso es válido que deje por un lado la objetividad y se aproveche de su poder como conductora de opinión para ensañarse con alguien o algo? ¿Tiene la claridad para comprender el alcance de una publicación que pierde su noción ética y puede comprometer la moral y la gobernabilidad del país? Pensémoslo, debemos recuperar nuestro país; la Prensa es clave en esta tarea.

El contenido de Industria&Negocios no necesariamente representa la opinión de Cámara de Industria de Guatemala; cada artículo es responsabilidad de sus autores.

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