En las últimas dos décadas, cada vez que hacemos el repaso de un semestre o de un año, quizá lo que más hemos reconocido de Guatemala es su estabilidad macroeconómica y la siempre decidida fortaleza y confianza del sector empresarial. Aún en medio de las peores condiciones –internas y externas– , la economía guatemalteca no ha dejado de crecer; obviamente no a los niveles que deseáramos, dadas las urgentes necesidades de más inversión, de más fuentes de trabajo y desarrollo.
En esta ocasión, en la que hacemos un análisis inicial de lo que ha ocurrido en el primer semestre del año, nos damos cuenta que esa tónica no ha cambiado; se mantiene la estabilidad. Los principales indicadores como la inflación y el mercado cambiario no muestran mayores sobresaltos; se han comportado dentro de los márgenes programados por las autoridades monetarias. El crédito bancario al sector privado mantiene un buen nivel de dinamismo. El gran reto del Gobierno es la transparencia y el combate frontal a la corrupción, por el impacto que tiene en la utilización de los recursos. En ese sentido, el constante aumento del gasto público no tiene beneficio, y sí pone en riesgo la estabilidad económica por el financiamiento del déficit público que ha estado haciendo cada año más pesada la carga del servicio de la deuda para las finanzas del Estado. Según lo visto hasta ahora, el Producto Interno Bruto crecerá; quizá con menor dinamismo, dado que Guatemala depende, en gran medida, del comportamiento de nuestros grandes socios comerciales y de los precios internacionales de los principales productos de exportación. En ese sentido, la crisis en Europa y la incertidumbre que aún se mantiene en la economía estadounidense, han dado como resultado un menor crecimiento económico a nivel mundial y, por consiguiente, una desaceleración en el comercio internacional. Derivado de este escenario, los precios de varios productos de exportación del país también han disminuido como el café, azúcar y cardamomo, entre otros.
No obstante, es importante destacar que a diferencia de años anteriores, en la actualidad se respira un mayor clima de confianza hacia el Gobierno, como resultado de algunos esfuerzos que se han ejecutado para mejorar el clima de negocios y la competitividad del país, la cual ha enfrentado algunos tropiezos como el caso de la Ley Aduanera Nacional.
Contamos con una Agenda Nacional de Competitividad y la creación del Consejo Privado de Competitividad, instancias que trabajan en la dirección correcta hacia la implementación de políticas y acciones que nos permitan atraer más inversiones generadoras de empleo.
Que falta mucho por hacer, sin duda. Hay situaciones que continúan generando una mala imagen para el inversionista nacional e internacional. Nos referimos específicamente al grado de conflictividad social que continuamente observamos de algunos sectores que se oponen, generalmente manipulados, a proyectos relevantes de explotación petrolera y de minería, además de cierto grado de oposición a inversiones en generación energética hidráulica.
Para lograr consensos en estas diferencias, creemos siempre en el diálogo franco y sincero entre los distintos sectores pero como lo hemos manifestado, es de suma importancia que se respete el Estado de Derecho, que haya reglas claras y sostenibles para el inversionista.
Seguiremos siendo partícipes del diálogo y con propuestas constructivas para lograr acuerdos y armonía pero para ello es fundamental respetar la propiedad privada, la libre empresa, el Estado de Derecho y la Constitución de la República.
Necesitamos tener un crecimiento económico estable, por arriba del seis por ciento durante las próximas décadas. Para eso es necesario mejorar de manera sustancial el clima de negocios, lo cual permitirá atraer capitales e inversiones locales y extranjeras. Únicamente de esta forma tendremos mayores y mejores oportunidades de sacar a nuestro país de la pobreza, generando empleo y desarrollo.
Javier Zepeda
Director Ejecutivo Cámara de Industria de Guatemala