Abr-12 Recuperemos la verdad sobre el caso Pavón; las motivaciones del operativo (V y final)

Las dudas y los matices surgen de la muerte de siete reos, pero esta circunstancia, aparte de las rigideces y acusaciones posteriores, no fueron la motivación del operativo.
REDACCIÓN INDUSTRIA Y NEGOCIOS
Por declaraciones recientes de las entonces autoridades de Gobernación y de la Vicepresidencia de la República, se entiende que siempre han estado convencidas de no exculpar a nadie, pero ¿qué les consta de lo sucedido la madrugada del 25 de septiembre de 2006?
En primer lugar, afirman, lo veían como una deuda histórica del Gobierno con sus ciudadanos. Era vergonzoso que un grupo de reos tuviera, literalmente, en la esclavitud a quienes no tenían recursos para defenderse, y que continuaran con su actividad delictiva, afectando al resto de la ciudadanía a través de extorsiones, secuestros, violaciones, “sicariato” y narcotráfico. Terminar con esa situación era un ejercicio de responsabilidad que se debía asumir(29).
En segundo lugar, tenía que ser una acción contundente. El plan siempre fue entrar en las instalaciones de sorpresa, someter a los reos sin enfrentamientos armados y para eso el número de elementos de las fuerzas de seguridad era suficiente (1,700 agentes de la Policía Nacional Civil, 1,200 del Ejército y 100 guardias del Sistema Penitenciario, más cuatro tanquetas militares y tres helicópteros); volverlos a fichar y trasladarlos a la cárcel contigua, llamada Pavoncito, para luego rehacer, de acuerdo con las normas adecuadas de control estatal y de seguridad, las instalaciones de la granja penal(14).
Antes, hubo un trabajo de recopilación de información y de testimonios, los cuales advertían de que los reos se opondrían al operativo y que tenían armas para defenderse. El entonces director del Sistema Penitenciario, Alejandro Giammattei, lo dijo así a Prensa Libre, dos días antes del operativo: “Nosotros quisiéramos que Pavón entrara en nuestro control, sin necesidad de violencia y pelea. Que adopten la posición correcta”(30). El criterio que prevalecía entre las autoridades era evitar desde el principio cualquier acción violenta, mucho menos muertes, ya sea del lado de los reclusos como de las fuerzas de seguridad.
Las dudas y los matices surgen de la muerte de siete reos, pero esta circunstancia, aparte de las rigideces y acusaciones posteriores, no fueron la motivación del operativo.
Cinco días después de la incursión en Pavón, en un editorial de Prensa Libre se escribió: “A 16 meses de su conclusión, el Gobierno de Óscar Berger ha respondido por fin con la contundencia debida al reiterado clamor ciudadano por el imperio de la ley y la hegemonía del Estado en aquel tenebroso recinto carcelario. El contexto social favorable a aquella operación, en donde son voces solitarias, disonantes y aisladas las de los politiqueros frustrados porque no fueron ellos los protagonistas, debe ser aprovechado para emprender otras acciones necesarias en contra de la delincuencia”(31).
El operativo en Pavón proporcionó a las autoridades el respaldo que necesitaba para que en las otras cárceles (Canadá, en Escuintla y Cantel, en Quetzaltenango) permitieran requisas profundas y el desmantelamiento de privilegios(32). Marcó en ese momento el fin de una ola de hechos delictivos causados en y desde esas prisiones. Ahora bien, ¿qué pasó después de ese operativo y por qué cinco años después no se han tomado esas “otras acciones necesarias” para combatir de una vez por todas al crimen organizado? Esa es otra historia.

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