Ene-12 Recuperemos la verdad sobre el caso Pavón (II)

En síntesis, lo publicado por la prensa antes y después del operativo, medios creíbles que, a su vez, citan a fuentes responsables, no deja lugar a dudas acerca de la imperiosa necesidad que existía en ese momento de tomar cartas en el asunto.

También deben recordarse las amenazas de quienes controlaban el reclusorio, ante la proliferación de explicaciones que ignoran las condiciones de entonces o que banalizan el comportamiento de quienes se enfrentaron con las fuerzas de seguridad. En la misma publicación (Prensa Libre el 24 de septiembre de 2006) se indica que los “reos confiesan que en esa cárcel han visto a víctimas de secuestro y a prófugos de la justicia”. (7)

De hecho, en el diario Siglo Veintiuno, el 29 de septiembre de ese año, se reportó el hallazgo de una bóveda subterránea en la que, según autoridades del Ministerio Público, pudo servir para ocultar a víctimas de secuestro. Según la nota: “fue localizada en la vivienda del militar Daniel Oswaldo Fuentes Zelada (…) se estableció que el escondite está en el pasillo de la sala hacia una de las habitaciones, el cual era cubierto con piso cerámico. Mide aproximadamente 1.20 metros de largo por 90 centímetros de ancho, con una profundidad de 1.50 metros; en él hay un foco y un grifo de agua”. (8)

También en Siglo Veintiuno, pero el 27 de septiembre de ese mismo año, se reporta la denuncia de Marcelina Hernández y Regina Jiménez Hernández, quienes explicaron que “Luis Zepeda, uno de los que pereció el lunes, fue el responsable de la muerte de Joselino Jiménez Hernández. Indicaron que el reo fue atacado a golpes en los primeros días de este mes, por varios miembros del Comité de Orden y Disciplina de Pavón, y que, por instrucciones de Zepeda, no recibió atención médica; el recluso fue llevado al Hospital General San Juan de Dios, donde murió el 6 de septiembre”. (9)

Esa era la suerte de los reos que se oponían a los designios del COD. En el reportaje de Prensa Libre abundan los datos sobre esa circunstancia: “Pavón tiene una población de mil 647 reos sentenciados, y cada uno paga cada semana Q10 al COD, por el derecho de que su esposa se quede a dormir, y como contribución. Un recluso sentenciado a 50 años denuncia que quien se niega a pagar es castigado en el Polo, una bartolina que no tiene sanitario y está llena de agua congelada, con olores fétidos, justo donde fue vapuleado el reo que murió en el Hospital General”. (7)

Y sigue en dicho reportaje el recuento de las barbaridades: “Presidios tiene, al menos, una docena de denuncias de esposas e hijas de reos que han sido forzadas a tener relaciones sexuales con los líderes o integrantes del COD, a cambio de que éstos le perdonen la vida al recluso”. (7)

El diario Siglo Veintiuno refrendaba, el 5 de octubre siguiente, lo publicado por Prensa Libre: “El Comité de Orden y Disciplina de Pavón (COD) no sólo vendía terrenos y casas, sino que también obtenía ganancias de las bartolinas del edificio central de la Granja Penal. Esto quedó evidenciado luego de que el Ministerio Público (MP) encontró en el sector B-5 de bartolinas, un documento en el cual se indica que el reo Áxel Humberto Moreno Rodas pagó Q12 mil por tener derecho a vivir en una de las celdas”. (10)

Una columna de la periodista Sylvia Gereda, publicada en El Periódico el 28 de septiembre, ilustraba así la situación en la cárcel: “Los presos de Pavón cuentan historias de terror que vivieron, sin que ninguna autoridad interviniera. Algunos relatan haber sido esclavizados, otros revelan cómo tuvieron que ceder a sus hijas y esposas que los visitaban, para que fueran abusadas sexualmente por los reos que dirigían el penal, a cambio de no torturarlos. También se cuentan historias de abusos a homosexuales y aberrantes degeneraciones que los reos más débiles padecieron para salvaguardar sus vidas”.(11)

En los días sucesivos, las autoridades requisaron las instalaciones y se confirmaron las denuncias e incluso hubo más hallazgos como el reportado por Prensa Libre el 11 de octubre: “…el MP encontró una máquina para falsificar tarjetas de débito, 64 plásticos con su banda magnética y una lista de nombres con sus respectivos números de cuentas bancarias”. (12)

…Y del narcotráfico
También era la época en que la producción y distribución de droga gozaba del mayor apogeo en la cárcel. La publicación de Prensa Libre lo describe así: “El COD controla el negocio de la droga que se expende adentro de Pavón, y permite que gran parte de ésta salga de esa prisión. Un porcentaje de la venta de estupefacientes está en poder de Zepeda, que utiliza el taller de automóviles para procesar cocaína. Allí está el mayor laboratorio, y el dueño del taller es Nelson Orantes Calderas, sentenciado por narcotráfico”. (7)

Las revelaciones del diario en esa época constituyen todavía hoy un testimonio irrebatible de los grandes negocios de la droga: “Existen otros dos laboratorios, a cargo de Santos Mauricio Rivas, dueño de una fábrica de calzado, y del colombiano Jorge Estuardo Batres Pinto. Ambos, sentenciados por el delito de comercio, tráfico y almacenamiento ilícito. Batres, alias el Loco, es quien ordena el robo de cargamentos de cocaína, que luego son escondidos en Pavón. Las fuerzas de seguridad detallan que dirige un grupo de sicarios”. (7)

También ese diario se hizo eco de las malaventuras de los narcotraficantes que controlaban la cárcel: “El 27 de julio pasado, el guatemalteco Erick Martínez, el canadiense Jorguer Torres y el mexicano Francisco Ojeda, fueron atacados en las afueras de Pavón con fusiles de asalto, luego de haber visitado a Batres. Las autoridades vinculan este hecho a venganza entre bandas” y concluía con que la “droga que se procesa en Pavón no sólo se vende allí, sino que se distribuye en varios puntos de la capital”.(7)

Y era tan abrumadora la evidencia que, como se afirma en la publicación, “los reporteros de este diario compraron crack, cocaína y marihuana en los pasillos del presidio. Le preguntaron a los vendedores dónde se podía obtener más droga similar, y éstos informaron que en los alrededores de las barras show de las zonas 4, 6, 9, 10, 12 y 18”. (7)

¿Cuán fácil era conseguir la droga? Pues basta con leer el testimonio de los periodistas para saber que “dentro de la prisión la droga se vende por Q20, Q30, Q50, Q100 o Q300 el gramo. También entregan grandes cargamentos para distribuidores en barrios de la capital”.(7)

En síntesis, lo publicado por la prensa antes y después del operativo, medios creíbles que, a su vez, citan a fuentes responsables, no deja lugar a dudas acerca de la imperiosa necesidad que existía en ese momento de tomar cartas en el asunto. (Continuará).

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