Siempre hay que darle al pueblo lo que el pueblo pide y el que venga atrás que cobre más impuestos. ¿Pero qué pasa si no le podemos sacar a los guatemaltecos un quetzal más de la bolsa? En el 1999, pocos meses antes de la crisis de ese año en Argentina, se realizó en ese país una reunión de economistas internacionales del más alto nivel. Aunque no era propiamente el propósito de toda la reunión, se organizó un panel para discutir la situación económica local. Como era de esperarse entre economistas, la discusión no tardó en llegar a la conclusión de que el problema argentino era de tipo fiscal. Por supuesto, hubo varios en decir que la solución era aumentar los ingresos tributarios (entiéndase impuestos).
Sin embargo, también hubo otro economista, Michael Gavin, que llamó a la reflexión y dijo, parafraseando: “Que todo lo que proponían en dicho panel sonaba técnicamente correcto pero, ¿qué vamos a hacer si a los argentinos no les podemos sacar un peso más de la bolsa?”.
Hasta ahora, palabras muy sabias. Lamentablemente para los argentinos, llegaron muy tarde y el país colapsó a los pocos meses. Llegaron a una situación que, diez años más tarde, no se han terminado de recuperar, ni económica ni políticamente. También es desafortunado estar viendo que este problema se repite nuevamente, año tras año, país tras país. Incluso, los más “desarrollados” no son ajenos, basta voltear a ver a Estados Unidos y muchos países europeos.
Por su lado, los políticos siempre han tenido los incentivos alineados con aumentar el gasto público. Mientras más maestros, policías, doctores y carreteras haya, también habrá más votos. Siempre hay que darle al pueblo lo que el pueblo pide y el que venga atrás que cobre más impuestos. ¿Pero qué pasa si no le podemos sacar a los guatemaltecos un quetzal más de la bolsa?
El problema es que la educación y la salud siguen siendo de las peores de Latinoamérica y el mundo, nuestra infraestructura física está colapsada, tenemos los índices de violencia equivalentes a un país en guerra y así podemos seguir enumerando más problemas. El problema está en los problemas, porque maestros hay, policías hay, doctores hay, constructores hay, lo que no tenemos son niños educados y sanos, infraestructura suficiente, ni ciudades pacíficas.
Dicho más simple, si tenemos los recursos ¿por qué no tenemos los resultados? Las respuestas son simples pero desagradables: Por qué el 40 por ciento de los policías son referidos por los diputados e ingresan a la fuerza policial sin cumplir con los requisitos; por qué los maestros reciben aumentos salariales todos los años a pesar de haber impartido sólo 80 días de clases de los 180 que manda la ley; por qué los caminos vecinales cuestan el doble; por qué las medicinas no llegan al centro de salud. Así sobran los ejemplos.
Existe un legítimo problema de gestión en el Gobierno que tiene como consecuencia, ineficiencia, desperdicio y falta de transparencia en su quehacer. Cosas tan simples como trabajar por resultados, ahorro y rendición de cuentas, desaparecen en la maraña burocrática. Es más, así tiene que ser, ya que no hay nadie preocupado de exigir esa transparencia. Es típico que a un funcionario lo midan sólo por cuánto dinero gastó y no por cuántos niños educó. Tampoco es el hecho de que implique que las personas tienen que trabajar, el problema es que tendrán que asumir su responsabilidad.
Este discurso de que los guatemaltecos debemos pagar más impuestos probablemente tiene mucha razón. Sin embargo, el sólo pagarlos no implica que vamos a tener mejores maestros y mejores policías. Al mismo tiempo, y en algunos casos antes, hay que hacer una reforma en la gestión del Estado: cómo se hacen las cosas. De lo contrario, vamos a pagar más, pero las cosas van a seguir sin suceder.
“Lo que no tenemos son niños educados y sanos, infraestructura suficiente, ni ciudades pacíficas.”