Nada tiene de novedoso que cada Gobierno que se estrena tiene que empezar con el presupuesto que el anterior le hereda pero pocos empiezan con una economía adversa.
Concluyó la primera vuelta. Las calles todavía están llenas de propaganda de candidatos que no serán y ya empieza la carrera por la segunda vuelta. Ya se despejó bastante la incertidumbre, por lo menos ya sabemos como quedaron integradas las autoridades municipales y las legislativas; el Ejecutivo es la tarea pendiente. Sin embargo, cada vez menos nos podemos hacer los locos de que eventualmente alguien nuevo tendrá que llegar a gobernar el 14 de enero de 2012. Un primer reto son las condiciones internacionales que estamos viviendo. Una nueva crisis internacional se avizora, esta vez liderada por la irresponsabilidad fiscal de varios países europeos aunque tampoco hay que restarle mérito a los desequilibrios en la economía estadounidense que, por su lado, también se encuentra en una situación fiscal y monetaria lamentable, sumado a un mercado interno que no se recupera y agobiado por las altas tasas de desempleo. Asimismo, el precio internacional de los “commodities”, como granos básicos y petróleo, se encuentran nuevamente hacia el alza.
Este escenario es muy similar al que vivimos hace un par de años, con la crisis de 2008. Sin embargo, en esa época las condiciones del país eran muy diferentes. Para empezar, había crecimiento económico; en 2007 se registró la tasa de crecimiento más alta de los últimos 30 años. Además, la situación fiscal, monetaria y financiera del país estaban bien. No necesariamente excelente, pero los principales desequilibrios estaban bajo control. Hoy, todo esto, no necesariamente se cumple. Es más, el principal desequilibrio que tenemos está en el mal manejo de las finanzas públicas y que se refleja en el crecimiento insostenible de la deuda pública durante los últimos años.
El principal instrumento que tendrá el próximo Gobierno para hacer frente a este escenario será el presupuesto de ingresos y egresos del Estado para 2012. Su problema será que el actual Gobierno lo deja aprobado y no necesariamente tendrá suficiente poder en el Congreso para adaptarlo a sus necesidades del primer año, asumiendo que esté lo suficientemente preparado para saber cuáles son dichas necesidades.
Se espera que los ingresos tributarios aumenten en más de 12 por ciento, respecto al año actual. Sólo para recordar, durante tres años, este Gobierno ha sobreestimado recurrentemente la recaudación. Ya de por sí, esto pone un reto para hacer frente a los gastos propuestos, los cuales aumentaron en sólo 6 por ciento respecto a 2011. Aunque si uno va un poco más atrás, respecto de 2010, en sólo dos años los gastos de Gobierno han aumentado casi 20 por ciento y los requerimientos de financiamiento por deuda son cada vez mayores.
Pero no sólo es lo desordenado del crecimiento en el gasto público, también es problema cómo se integra ese presupuesto. Entre el 2011 y 2012, los gastos por administración y recursos humanos se incrementaron en 15 por ciento (30 por ciento si se toman en cuenta los últimos dos años). Igualmente, si nos comparamos con 2010, el presupuesto para 2012 refleja un aumento de 30 por ciento en el servicio de la deuda. Todo esto se tiene que ajustar en algún lugar ya que los ingresos no aumentan tan rápido. Para el próximo año, el presupuesto para inversión física se habrá reducido en 55 por ciento. Dicho en palabras más sencillas, cada vez gastamos más para invertir menos.
Nada tiene de novedoso que cada Gobierno que se estrena tiene que empezar con el presupuesto que el anterior le hereda pero pocos empiezan con una economía adversa y disponibilidad de recursos que no se adaptan a esa realidad. Habrá que hacer cambios iniciando la próxima administración. Aunque lo más importante es hacer una reforma de largo plazo del proceso presupuestario para no estar heredando tantos problemas.