Mientras en regiones como Europa se registran nueve homicidios por cada 100 mil habitantes, en nuestra región es casi tres veces mayor (25.8 por cada 100 mil habitantes). Puesto de otra forma, mientras que Latinoamérica apenas representa el ocho por ciento de la población mundial, el 40 por ciento de los homicidios se producen aquí.
En los últimos años algo alarmante ha sucedido en Latinoamérica: el principal problema es la inseguridad. Durante muchos años, incluso décadas, sistemáticamente el problema más importante para los latinoamericanos había sido la falta de empleo. Sin embargo, esto cambió pero no es una simple percepción. Mientras en regiones como Europa se registran nueve homicidios por cada 100 mil habitantes, en nuestra región es casi tres veces mayor (25.8 por cada 100 mil habitantes). Puesto de otra forma, mientras que Latinoamérica apenas representa el ocho por ciento de la población mundial, el 40 por ciento de los homicidios se producen aquí.
A nivel subregional, la situación es peor. Si sólo tomamos en cuenta el triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras), encontramos que Honduras registra 67 homicidios por cada 100 mil habitantes, El Salvador 55 y Guatemala 47. Estos números nos ponen entre los países más inseguros del mundo, sin que esto implique, necesariamente, sufrir de una guerra.
La situación de Guatemala es sumamente preocupante, pero tampoco es todo el país el que está contaminado por la violencia. El 71 por ciento de los crímenes se registra en sólo siete departamentos que incluyen a Guatemala, Escuintla, Petén, Izabal, Chiquimula, Jutiapa y Santa Rosa. Es más, la ciudad de Guatemala es tan insegura que está clasificada como la quinta más violenta del mundo, con 86 homicidios por cada 100 mil habitantes (casi el doble de la tasa de todo el país).
Esta problemática tan indigna no está libre de costos. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD 2006), la inseguridad representa el 7.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Al hacer este balance, aquí se pueden incluir aquellas pérdidas directas en la producción, mayores gastos en servicios de salud, los costos institucionales para combatir la criminalidad, los gastos en seguridad privada, etcétera. Esto sin tomar en cuenta las pérdidas en vidas humanas, las cuales son irreparables.
Pero la problemática de la criminalidad no acaba aquí. Además de los costos que contabilizamos hacia el pasado, también hay un costo de oportunidades que se pierden hacia el futuro. Según un estudio reciente del Banco Mundial, si redujéramos en un 14 por ciento la tasa de homicidios, el PIB de Guatemala crecería un punto porcentual adicional cada año. Después de conocer estos números no es de extrañar que el Foro Económico Mundial, en su estudio de competitividad, haya clasificado a nuestro país como el menos competitivo en el renglón de costos para las empresas asociadas al tema de seguridad.
En suma, al evaluar fríamente esta realidad, es obvio sentir una gran desesperación ante lo abrumador de la violencia que estamos sufriendo en Guatemala. ¿Será que tiene solución? Interesantemente ha habido casos de violencia más graves y sí se logró reducir la misma a niveles significativamente menores. La diferencia la hicieron tres características esenciales: liderazgo comprometido, un equipo técnico y un plan bien hecho.
Ciudades violentas
Las 10 ciudades con mayor violencia homicida del mundo
(por cada 100,000 habitantes año 2009)
Liderazgo versus seguridad
Mientras en regiones como Europa se registran nueve homicidios por cada 100 mil habitantes, en nuestra región es casi tres veces mayor (25.8 por cada 100 mil habitantes). Puesto de otra forma, mientras que Latinoamérica apenas representa el ocho por ciento de la población mundial, el 40 por ciento de los homicidios se producen aquí.