por pedro Trujillo
La inversión en educación formal ni es prioridad, ni está bien analizada y definida ni representa la primera necesidad del ser humano. Más bien es la persona quien la promueve.
Hasta la saciedad hemos oído esa famosa ecuación de que a mayor inversión en educación se concluye que mejor preparado estaremos y, consecuentemente, mejores oportunidades tendremos. De hecho, el gasto en educación pública es un factor importante en muchos de los famosos índices que se manejan para clasificar a los países en materia de desarrollo. Los objetivos del milenio, también contemplan avances sustanciales. Sin embargo hay dos o tres aspectos que se obvian –interesadamente por supuesto– en esas particulares evaluaciones. El primero es que jamás se contempla la inversión ni el desarrollo de la educación privada, por lo que es imposible comparar si el avance obedece a ese gasto público o bien a su contraparte privada. La mayoría de las universidades que destacan en el mundo y se colocan en los primeros puestos, tanto en grado como postgrado, suelen ser privadas y, por el contrario, son las mayoría de públicas las que ocupan puestos inferiores. Otro aspecto es que tampoco se tiene en cuenta que el gasto en educación no es resolutivo por sí mismo. Esos países desarrollados cuentan con carreras magisteriales universitarias. Es decir, los maestros de primaria tienen formación universitaria (licenciatura en profesorado) y aquellos otros que desean enseñar en grados superiores (enseñanza media o superior), es posible que maestría o doctorado, sin la cual no se pueden presentar a las oposiciones públicas que suele ser la “meritocracia” a la que deben someterse si quieren ocupar un puesto como docente. Este aspectos sustancial no es tenido en cuenta y, naturalmente, todo se limita a la solicitud de mayor presupuesto que, finalmente, se despilfarra en gastos imprecisos o en mantener contento al sindicato correspondiente con subidas salariales versus apoyo político.
Un tercer y último aspecto es que los migrantes, generalmente analfabetos, no van, por ejemplo, a los Estados Unidos, para capacitarse, instruirse o aprender a leer y escribir. Su prioridad, es decir, las del ser humano en general, es contar con un espacio de desarrollo donde no se le limiten las oportunidades. Por tanto, antes que una inversión en materia educativa, es preciso otra más importante para crear el clima suficiente y necesario que permita a la persona poder ejercer su plena libertad y libre albedrío, que será, en definitiva, lo que potencie y permita su desarrollo. Es decir, el aprendizaje y la práctica de reglas de convivencia iguales para todos y que sean respetadas o, dicho de otra forma, la practica social del Estado de derecho. Esos valores de educación cívica son los que permiten cambiar a la sociedad, no otro tipo de formación. Una vez consumada la práctica de esos principios necesarios para una pacífica convivencia y con la oportunidad de desarrollarse libremente, el ser humano emprende y promueve la educación, ahora sí formal, de sus hijos y es la siguiente generación la que se saltará cualitativamente el nivel de sus ancestros.
Por tanto la inversión en educación formal ni es prioridad, ni está bien analizada y definida ni representa la primera necesidad del ser humano. Más bien es la persona quien la promueve, por ella misma, una vez ha sido capaz de sentar las bases necesarias y suficientes para su autoabastecimiento, a partir de un trabajo que él mismo busca, promueve y desarrolla en un espacio de libertad y así mejora su propia situación y comprende y promueve la de sus hijos.
Hemos mirado demasiado tiempo en una dirección que no nos ha permitido ver las auténticas variables del problema y detectar los valores reales a modificar. Seguir con un discurso amañado e incompleto sólo conduce a tapar el sol con un dedo, promover ese tipo de gastos y no llegar a ninguna parte. El problema está mal enfocado y siempre sirve a intereses de grupos a los que, realmente, la educación, sea cívica o formal, les importa un bledo.
“La mayoría de las universidades que destacan en el mundo y se colocan en los primeros puestos, tanto en grado como posgrado, suelen ser privadas”.