La denuncia en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA) causó un gran revuelo, al punto que Venezuela “rompió” relaciones diplomáticas con su vecino.
Por Sigfrido Lee
Desde hace meses (incluso años, si revisamos la historia completa), se oye de las tensiones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. La última, poco antes del cambio de Gobierno en Colombia, fue la acusación de que el Gobierno venezolano estaba amparando en su territorio a grupos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La denuncia en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA) causó un gran revuelo, al punto que Venezuela “rompió” relaciones diplomáticas con su vecino. Afortunadamente, poco después de su toma de posesión, el nuevo presidente colombiano, Juan Manuel Santos, ha iniciado esfuerzos por retomar la vía diplomática para solucionar el conflicto.
Ahora, ¿qué tanto debería todo esto preocupar a los guatemaltecos? Por un lado, está el fenómeno económico. Precisamente, por estos conflictos recurrentes con su vecino, Colombia readecuó su estrategia comercial. Venezuela, que era su principal socio comercial, ha dejado de serlo y los colombianos se han diversificado hacia otras regiones, entre ellas Centroamérica. Sólo en Guatemala, durante los últimos cinco años, las importaciones de Colombia aumentaron 95 por ciento y nuestras exportaciones hacia ese país crecieron en 115 por ciento. De representar el uno por ciento de nuestro comercio total en el 2005, la relación con Colombia se ha incrementado al dos por ciento en el 2009.
La relación con Venezuela es mucho menos importante, apenas representa el 0.2 por ciento de nuestro comercio total. Sin embargo, este conflicto tiene otros efectos económicos tangenciales. El principal es el efecto sobre los precios del petróleo. Venezuela es el décimo productor mundial de petróleo y representa aproximadamente el cuatro pro ciento de la producción mundial. Los conflictos en este país han tiene repercusiones en los precios del crudo y, siendo Guatemala un país importador neto de combustibles, necesariamente salimos afectados.
Por otro lado, y probablemente más importante que el problema económico, está el problema político. No es noticia nueva la influencia que Venezuela ha tenido sobre la región latinoamericana durante los últimos años. A nivel centroamericano, es notoria la alianza con Nicaragua y, por otro lado, tampoco es secreta la participación que tuvo en la crisis hondureña reciente. Es más, en Guatemala, es conocida la intención del actual Gobierno por ingresar en las filas de Petrocaribe. Y, precisamente, la pieza clave en toda esta nueva avanzada diplomática desde Venezuela se ha basado en utilizar el petróleo como moneda de curso para ir ganando adeptos.
Sin embargo, las acusaciones de Colombia contra su vecino incorporan toda una nueva dinámica en la estrategia de seguridad de Mesoamérica. El hecho de que un país, sea Venezuela o cualquier otro, pudiera estar amparando a grupos vinculados con el narcotráfico, como son las FARC, es de suma preocupación. Los esfuerzos, tanto de colombianos como mexicanos, contra el narcotráfico, han dejado a Centroamérica vulnerable ante los avances de estos grupos de delincuentes internacionales, agravando la situación de seguridad en nuestros países, ya que nos convertimos en lugares de paso del narcotráfico y paraísos para el lavado de dinero.
He aquí que la diplomacia guatemalteca y regional no puede ser indiferente ante las acusaciones de Colombia. Aunque Colombia y Venezuela suenan tan lejos, los conflictos entre estos países nos están afectando. No sólo las consecuencias económicas directas, sino el impacto en la seguridad pública merecen un esfuerzo regional por neutralizar estos grupos delincuenciales y, definitivamente, debe ser inaceptable cualquier condescendencia con ellos, intencional o no.
“Aunque Colombia y Venezuela suenan tan lejos, los conflictos entre estos países nos están afectando”.