Una de las áreas económicas más ricas del mundo está siendo comprometida precisamente por olvidarse de lo básico.
Por Sigfrido Lee
En los últimos meses la estabilidad de la Unión Europea ha sido puesta a prueba y, probablemente, desde donde menos lo esperaban. Un grupo de países, Portugal, Italia, Grecia, España y, más recientemente, Irlanda, con su falta de disciplina, han provocado una crisis que no sólo pone riesgo la moneda común de esta región (el euro), sino a toda la unión económica en sí. De ahí que, lo que se ha convertido en una de las áreas económicas más ricas del mundo, está siendo comprometida precisamente por olvidarse de lo básico.
No está de menos el apodo que se han ganado estos países: P.I.G.S. (por sus siglas en inglés: Portugal, Italy, Grece, Spain), que también quiere decir cerdo en inglés. Hace algunos años, cuando ingresaron a la Unión Europea, estos países estaban “volando”; su crecimiento económico se disparó. Sin embargo, mucho de este crecimiento era ficticio: dependía de un crecimiento desmedido del sector público, principalmente financiado con deuda. El panorama se agravó en los últimos años, durante la crisis financiera global, ya que pretendían salir de la misma expandiendo todavía más el aparato gubernamental.
Este panorama tampoco es ajeno a Latinoamérica. Sin embargo, en general, desde la década de los años 80 aprendimos qué no se debe hacer, ya que, después de la fiesta, viene la resaca. Ahora hay que ajustarse, reducir el gasto público y reducir los niveles de deuda. Aunque la cura todos la conocemos, implementarla tampoco es tan simple. El mismo despelote creó grupos de interés que ahora se oponen a cualquier ajuste. Sobresalen los empleados públicos, cuyo número y beneficios se incrementaron significativamente durante la expansión fiscal.
Pero, el problema de estos P.I.G.S. es más complicado. En el caso latinoamericano, cada país que caía en la tentación del gasto fiscal desmedido tenía que pagar las consecuencias con más inflación, aumento de la pobreza y destrucción de la inversión. En este nuevo caso, como consecuencia de la unión monetaria del euro, les están pasando la factura a sus vecinos. Ahora es entendible que países como Inglaterra o Alemania estén indignados y sean los primeros en reclamar un ajuste y que, mientras pasa el tiempo, implica que será más duro. Asimismo, están proponiendo instituciones supranacionales que los lleguen a fiscalizar: un nuevo “fondo monetario europeo”, tal países que se comportaron como cualquier tercermundistas.
Hace no más de dos años, con la crisis financiera global, muchos corrieron a desempolvar sus viejos libros y resucitar a sus héroes de antaño. Muchos dijeron que Keynes estaba de regreso y, efectivamente, volvió. Nuevamente, esta crisis le dio la excusa a los políticos para regresar a sus viejas andadas y expandir el gasto fiscal de manera irresponsable. La consecuencia fue la misma que hace treinta, cuarenta y cincuenta años: más crisis económica. La moraleja de esta historia es que no debemos alejarnos de los fundamentos y no podemos esperar que el Gobierno explique el crecimiento, mucho menos sin el financiamiento apropiado y endeudándose desmedidamente. Alguien tiene que pagar por la fiesta y ese siempre es el ciudadano común.