Hoy en día estamos viendo a nivel global una de las peores crisis económicas de la historia reciente. Sin embargo, la misma ha adquirido distintos matices a lo largo de su evolución. Primero, empezó como un problema muy focalizado en los mercados inmobiliarios de Estados Unidos. Este ambiente se complicó por un acelerado aumento en los precios de los bienes primarios, especialmente de los combustibles. Hoy en día esto último ha cambiado, incluso se está hablando de deflación en las economías desarrolladas.
Lo que sí ha tenido esta crisis en común a lo largo de su desarrollo ha sido la presencia de los mercados financieros. Precisamente la debacle en el mercado inmobiliario inició una serie de eventos que han llevado a que los mercados financieros globales se derrumben. La quiebra de bancos, no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa y Asia se ha convertido en un evento común y corriente. En países como Islandia, el sistema bancario prácticamente dejó de existir. Pero, los problemas no han sido exclusividad de los bancos, también se ha visto desplomarse las bolsas de valores alrededor del mundo.
Es muy ingenuo pensar que Guatemala quedaría al margen de este escenario mundial. Ya llevamos un año viendo sus efectos en los mercados financieros locales: mientras que el crédito al sector privado otorgado por el sistema financiero crecía 27.5% en promedio durante el año 2007, el año 2008 apenas creció 16.9%. Es más, para el año 2009, el Banco de Guatemala ha establecido una meta de crecimiento interanual para el crédito privado entre 9.0% y 11.0%. Por otro lado, las tasas de interés han mostrado una tendencia hacia el alza. Todo esto son señales inequívocas de la contracción de la liquidez en los mercados locales.