Durante los últimos años, buena parte del mundo entero se vio afectado por un acelerado aumento en el nivel de precios, una mayor inflación. A mediados de este año, el precio del barril de petróleo superó los US$145, algo nunca antes visto. Sin embargo, para diciembre, su precio había bajado a menos de US$50. Una situación parecida se observó en otros productos, como el maíz y el trigo que también alcanzaron niveles record. Por ejemplo, el trigo en el 2007, alcanzó en los mercados internacionales el precio promedio de US$10.63 por quintal, un precio ya históricamente alto.
Para el primer trimestre del 2008, el quintal incluso alcanzó los US$21.33, prácticamente el doble. Al igual que el petróleo, para finales del 2008 su precio cayó a US$8.21, casi 50% menos del precio con que cerró un año antes. Países como Guatemala se vieron particularmente perjudicados por estas circunstancias internacionales, ya que somos dependientes de la importación de muchos de estos productos.
En junio, la inflación en Guatemala incluso llegó a ser de 14.16%, un nivel que no se observaba desde hace quince años y, por mucho, por encima de la meta propuesta por el Banco de Guatemala. De igual manera, a finales del 2008 ya estábamos viendo una estabilización de la inflación. No sólo se controló el aumento generalizado de los precios, pero incluso algunos estaban bajando. De haber superado los Q35 por galón, en diciembre la gasolina ya estaba cerca de los Q20 por galón. Y se espera que la tendencia continúe hacia abajo, al menos por unos cuantos meses más.
En principio, este cambio de la marea de la economía mundial y nacional debería ser buena noticia, en especial cada vez que tenemos que echarle gasolina al carro. Sin embargo, estos cambios en las tendencias económicas no están libres de consideraciones prácticas. Precisamente, por eso la insistencia no sólo en inflaciones bajas, además deben ser estables. Primero, con la expectativa de precios crecientes, una política empresarial sensata era acumular inventarios; comprar barato, antes de que volvieran a subir los precios. Con precios hacia la baja, lo sensato es atrasar las compras de inventarios. Sin embargo, hay un período de transición.
¿Qué hace el que acumuló demasiados inventarios caros y ahora su competencia ya está operando con inventarios baratos? Surge la necesidad de una estrategia para consumir inventarios lo más rápido posible. Por ejemplo, acelerar la producción y trasladarla lo antes posible hacia los canales de distribución. Esto también depende de qué tan receptiva sea la demanda.
Otro problema previsible en esta transición es la renegociación de contratos de largo plazo con proveedores. Ante la inestabilidad, muchos aceleramos contratos de largo plazo con nuestros proveedores. Sin embargo, lo que antes parecía una buena idea, ahora nos tiene amarrados con mayores costos. La renegociación de los mismos también dependerá de la rigidez con que fueron elaborados o qué tan competitivo es el mercado en el que está nuestro proveedor, qué tanto poder de mercado tiene.
Evaluaciones básicas a hacer antes de pedir una renegociación.
También es importante considerar si nuestros proveedores son nacionales o internacionales. No sólo por el poder de negociación que puedan tener, sino por consideraciones cambiarias. Ya durante un buen tiempo, el debilitamiento del dólar nos pudo favorecer con la importación de algunos bienes. Sin embargo, la tendencia en el valor de esta divisa está cambiando y se ha visto un fortalecimiento de la misma. No hay que descuidar esto al momento de elaborar contratos con proveedores del exterior. Los costos de mano de obra tampoco deben descuidarse; los mismos rara vez son despreciables. Después de períodos con inflaciones tan acelerados, como los que vivimos, las presiones por ajustes salariales, por parte de los mismos empleados, aumentan. Sin embargo, estas negociaciones también se ven complicadas por el hecho de estar viviendo una época recesiva. Un factor importante en la negociación es qué se espera a futuro. Por lo que, dadas las circunstancias económicas actuales, lo mejor que se podría esperar es alguna compensación por los aumentos pasados y no necesariamente incrementos por posibles aumentos futuros en los precios.
Una última consideración es por cuánto tiempo esperaríamos que dure esta disminución en la tendencia inflacionaria. Como ya se mencionó, el aumento y posterior disminución de los precios se puede explicar en su mejor parte por factores que han sucedido fuera de Guatemala; problemas mundiales, podría decirse. Empero, nuestros problemas internos no han desaparecido. Dicho de otra forma, los problemas internacionales superaron los nacionales y, ahora que la marea internacional está retrocediendo, no podemos dejar de ver nuestras propias piedras. A nivel interno es importante estar pendientes de qué va a suceder en términos de política fiscal y monetaria. En la medida que mantengamos la disciplina y la prudencia en la política económica interna, podremos aprovechar a largo plazo inflaciones bajas y estables. Por otro lado, los presupuestos de gobierno excesivos, la ausencia de coordinación entre las autoridades fiscales y las monetarias, la irresponsabilidad en el manejo de la deuda pública, tendrán como consecuencia no sólo mayores inflaciones, sino también menor crecimiento económico.