No será fácil 2014 para nadie. El ciudadano seguramente se verá inmerso en estos y otros problemas y en uno mayor aunque diferido: el endeudamiento.
El año 2013 –que se nos fue– no puede considerarse el mejor para el Gobierno actual, tampoco para los ciudadanos. Fracasó la política economía que perseguía una mejor recaudación y, sin embargo se redujo; no se llegó a lo previsto, generando préstamos que endeudan seria y gravemente al país. No se tuvo éxito –y hasta se empeoró– en la lucha contra la delincuencia. El número de crímenes, a pesar de haber sido ese el eje fundamental en la campaña política qué llevó al poder al Partido Patriota, se incrementó respecto de años anteriores.En definitiva, a este Gobierno le crecieron hongos por todas partes y se salvó, o mejor dicho, salvaron el tema de las comunicaciones, puesto que la infraestructura, en general, tampoco se vio muy favorecida a pesar de haber apostado –incluso antes de llegar al poder– lo que será el fiasco del corredor seco.
El año que comienza es la última oportunidad gubernamental, si es que se puede ver así. Es posible avanzar, por ejemplo, en el tema de reducción de accidentes viales, lo que representaría un bajísimo costo y una alta rentabilidad, política y de vidas humanas. También en la reforma del sistema de prisiones y, en general, en la lucha contra la violencia. El Gobierno debe centrarse en esos temas, sin los cuales, no sientan las bases necesarias sobre las que se edifiquen políticas que generen desarrollo. Atraer inversiones pasa por reducir los altos costos de la inseguridad con que debe de cargar cualquier empresa, además de otros asociados a la conflictividad y a los conflictivos profesionales.
Gobernar representa, ante todo, administrar lo público. Hay que hacerlo conforme a normas claras, metas parciales, objetivos definidos y dirección fija. El político no es elegido para que “piense” qué debe de hacer, según su entender y criterio, más bien para que aplique el pacto social constitucional y legal que figura en los normas aprobadas y consentidas por los ciudadanos, que son los que delegan ese poder supremo. Es un error –aunque se practique– creer que se puede hacer todo en política y que transar, negociar o pactar es un poder que tiene el representante popular. Mucho peor si esa capacidad negociadora no se le visualiza un límite ajustado a la moral.
Dudo mucho que este Gobierno tenga la convicción de que debe de trabajar en esa línea de corrección ética, y mucho menos que aproveche el tiempo que le queda para hacerlo, lo que no quita que cuente con la oportunidad y el tiempo. El mayor problema es que 2014 servirá para construir las bases del quehacer en 2015, año electoral donde la pugna se incrementará a niveles más complejos.
La elección de Fiscal General, magistrados integrantes del TSE y otros, conformará un espacio de debate y discusión que seguramente se tornará turbio puesto que habrá grupos que pretenderán apropiarse del proceso. Algunos políticos o grupos ideologizados que no alcanzan votos suficientes para ser elegidos, han aprendido que aunque carezcan de representación popular, pueden apropiarse de órganos judiciales y, desde ahí, luchar por sus postulados.
No será fácil 2014 para nadie. El ciudadano seguramente se verá inmerso en estos y otros problemas y en uno mayor aunque diferido: el endeudamiento. Sin presupuesto seguirá el del pasado año, con el mismo agujero que deberá ser rellenado mediante la adquisición de nueva deuda que pagarán, si sobreviven a todo esto, nuestros nietos, aún por nacer. Es necesaria una catarsis político-social, imposible de hacer si seguimos en nuestro espacio de confort y pasividad.En todo caso, como comenzamos el año y a pesar de una realidad visible, excepto para enfermos optimistas, hay que ser positivo y apostar porque en algún momento, algo o alguien cambiará este rumbo y nos podremos dirigir al puerto del éxito por mucha razones: somos capaces, nos lo merecemos, trabajamos para ello y como decía aquél, “los buenos somos más”. Feliz 2014.