May-11 Por el imperio de la ley

Hoy se nos presentan nuevos retos pero, parafraseando a alguien muy sabio, no se trata de temerle a lo que puedan hacer algunos malos, sino a lo que los muchos buenos permitamos que nos hagan.

POR SIGFRIDO LEE
¿Por qué hay países que prosperan y otros no? Esta es una pregunta que ha atormentado a muchos desde la misma Grecia antigua. A pesar de que también son muchos los que lo han estudiado, todavía sabemos muy poco. Sabemos que son múltiples las cosas que tienen que suceder al mismo tiempo, otras en secuencia, necesitamos que se cumplan algunas precondiciones y, aún si sucede, es tan fácil retroceder.
Podemos asegurar que no hay recetas ni garantías, aunque sí algunos ingredientes mínimos. Los sociólogos le llaman cultura, los economistas instituciones y otros de variadas maneras, pero tienen que ver con el conjunto de reglas mediante las cuales nos relacionamos en sociedad. Esto, a su vez, tiene que ver con el Gobierno que se tiene. Ahora, esto último merece una mejor explicación.
En Guatemala, generalmente nos enfrascamos en una discusión sobre si el Gobierno debería de ser de izquierda o de derecha, comunista o fascista. Nos gastamos en esa discusión en torno a que si al Gobierno le preocupan más los pobres o la actividad privada. El tema se vuelve trivial e irrelevante. Lamentablemente, esta discusión reduccionista no sólo está equivocada sino que tampoco contribuye en nada.
La verdadera discusión debería girar en torno a la protección de los derechos de los gobernantes o de los gobernados, indistintamente si es comunista, fascista o totalitario. Dicho de otra manera, lo que le interesa al déspota es proteger los intereses de los gobernantes. El Gobierno se ha creado para proteger a unos pocos y no necesariamente es una discusión de ricos o pobres, de ladinos o indígenas, mujeres u hombres, aunque sea el primero en promover esas discusiones. El Estado se crea para favorecer a aquellos pocos que están en el poder y subyugar al resto de la sociedad. El crecimiento económico es irrelevante.
Por otro lado, está el Estado creado para defender los intereses de los gobernados. Empero, vale la pena aclarar que el mismo es fácilmente confundido con una simple “democracia”. Esta equivocación también puede ser peligrosa. Por ejemplo, hoy somos una víctima más del “porque el pueblo me lo pidió”. En nombre del pueblo y de las grandes mayorías se están cometiendo grandes abusos sobre vida y propiedad. Dicho de otra manera, tenemos la tiranía de las mayorías. Sólo porque el pueblo votó se justifican las peores atrocidades. Recordemos cómo, en nombre de la democracia, hemos visto surgir a terribles tiranos. Mussolini y Hitler, en nombre del fascismo; Castro y Stalin, por el socialismo; Chávez, más moderno y muchos otros. Primero crean el caos y luego se apoderan del poder en nombre de las grandes mayorías.
Entonces, ¿qué queda? La respuesta tampoco es tan complicada: la República. Esta palabra en latín quiere decir “cosa pública” o, dicho de otra forma, la ley. Precisamente esto nos lleva de regreso a la primera pregunta. Uno de los elementos que ha prevalecido en aquellas sociedades que han prosperado y se han logrado mantener en la senda del desarrollo es el respeto a la ley. Ésta se crea para limitar al Gobierno y no para empoderarlo; establece reglas claras en las relaciones entre personas y, sobre todo, está para proteger los derechos de los individuos, tanto de los tiranos como de las “grandes mayorías”.
En Guatemala queremos ser República, al menos nuestra Constitución así lo dice. Sin embargo, constantemente surgen amenazas por parte de aquellos que quieren fundar su pequeña tiranía. En algunas épocas hemos resistido mejor que en otras. Hoy se nos presentan nuevos retos pero, parafraseando a alguien muy sabio, no se trata de temerle a lo que puedan hacer algunos malos, sino a lo que los muchos buenos permitamos que nos hagan.

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