Lamentablemente, 2011 será mucho peor que lo que hemos estado padeciendo últimamente. La metástasis de la ineficiencia política y del compadreo ha llegado a tal extremo que no se puede esperar más que síntomas terminales.
POR PEDRO TRUJILLO
El solo hecho de hablar de perspectivas para el 2011 es algo muy positivo, especialmente después de que la corrupción haya sido castigada con un importante descenso en el lugar ocupado en el Informe de Transparencia 2010, al igual que en el del Índice de Desarrollo Humano y en el “Doing Business”, entre otros. Los optimistas enfermizos olvidarán pronto las consecuencias que estamos padeciendo, producto de la mayor ineficiencia gubernamental de la era democrática del país y, empalagados por los dulces navideños, terminarán, un año más, por apostar a que el salvador nacional surgirá de entre las cenizas, cual ave Fénix, posiblemente en el proceso electoral que afrontaremos a finales año.
Siento no compartir los síntomas de aquellos que todavía creen en redentores inexistentes y en cuentos de hadas mientras están encerrados en sus armaduras oxidadas. Lamentablemente, el próximo 2011 será mucho peor que lo que hemos estado padeciendo últimamente. La metástasis de la ineficiencia política y del compadreo han llegado a tal extremo que no se puede esperar más que síntomas terminales. Si a la fecha, la seguridad, la salud, la educación y las comunicaciones, entre otros muchos, han sido un desastre constatado y patente, porque el presupuesto está mal invertido o sencillamente se desvía a otros fines poco claros, en año electoral la atención de la cúpula política se concentrará, sin duda, en ver cómo rentabilizan apropiadamente “sus logros”, aunque estos no existan.
Veremos cómo se gastan cifras astronómicas en publicidad y en espacios informativos, mientras muere gente de hambre o los hospitales están desabastecidos, pero esos no importan ya que no tienen fuerzas o edad para votar, así que no conforman un grupo de interés porque su rentabilidad política es nula. La seguridad, no la de ellos, que irá por delante con sirenas y ametralladoras- sino la del resto de ciudadanos, será inexistente, como a la fecha. Culparán al narcotráfico y al crimen organizado o a la pre comisionada o comisionada para la reforma policíaca (ya no se qué es), sin darse cuenta que han sido incapaces de arreglar el más mínimo aspecto que mejore la seguridad ciudadana. A pesar de esos macro indicadores que manejan cuando quieren y como desean, la realidad es que todo está peor, más caro, más escaso y no hay una sola inversión interesante que esté a la espera de que se le abra la puerta. Los capitales prefieren lugares más previsibles y menos sujetos a la neurosis política del momento. Los diputados seguirán peleando por tal o cual parcelilla de poder que les permita rentabilizar muchas empresas que regentan y que hacen negocios con el Gobierno de turno o por el porcentaje en obras que construyen y se caen criminalmente a poco que las lluvias arrecien. Saldrán en TV y prensa los otros, los optimistas, esos que dicen que lo que falta es subir los impuestos para que se genere desarrollo, sin aprender lo que hizo el Reino Unido recientemente, ni las consecuencias de las crisis de Grecia, España, Portugal, Irlanda, entre otros países desarrollados con grandes “inversiones sociales”.
Mientras, en un punto neutro y buscando el equilibrio, la comunidad internacional traerá expertos de todas partes a decir -en los meses de verano europeo y gringo que es cuando los expertos tienen tiempo y vacaciones pagadas para venir a estos sitios- lo que debemos de hacer, que siempre suele ser lo contrario de lo que sus países hicieron para contar ahora con alto desarrollo.
Total, el 2011 será como el 2010 con el plus agregado de la inflación, del incremento de los costes de vida y de la desesperanza propia de seguir aguantando a un puñado de inútiles vividores que es preciso evidenciar a poquito que se pueda. Eso sí ¡Feliz 2011!