“Son los aventureros, los que alcanzan grandes logros.” –Charles de Montesquieu
Por Axel Alburez Valenzuela www.balambe.com
El día pintaba perfecto para escalar un volcán, sin lluvia, poco sol y mucho viento, tanto como para impedir que el helicóptero de la embajadora de un país amigo aterrizara tal como estaba planeado.
Una vez superados los imprevistos y organizados los 89 participantes, se inició el evento que tenía por objetivo utilizar el ascenso al volcán de Ipala, para mostrar a nuestros invitados, de qué manera las actividades de aventura pueden ser utilizadas para potencializar el capital humano de las organizaciones.
La caminata tomó, en promedio, una hora; había participantes desde los cuatro hasta arriba de los 60 años. Todos llegaron con la asistencia de guías que los acompañaban, la seguridad pública y un paramédico en caso se presentara alguna emergencia.
Ya en la cumbre, luego del almuerzo, se coordinaron grupos para continuar con el programa, que incluía actividades para provocar los comportamientos deseados entre los participantes, liderazgo, trabajo en equipo, logro de metas y comunicación, mismas que se acompañan con una pequeña introducción y reflexión al final de día.
Se utiliza este método de capacitación porque la experiencia alrededor del mundo ha comprobado la efectividad de implementar actividades de aventura como parte del proceso de potencializar las capacidades de las organizaciones, razón por la que las grandes corporaciones y entidades las incorporan a sus programas de recursos humanos.
El éxito de esta práctica se fundamenta en tres teorías. Primero, la educación “experiencial”, que ha demostrado ser una efectiva metodología que forma a las personas a través de vivencias, transformando sus ambientes físicos y sociales. Reconociendo que la conducta se forma de manera más persistente por medio de las experiencias personales, donde las decisiones tomadas en la práctica tendrán consecuencias reales y no imaginarias como en otro tipo de capacitaciones.
Por otra parte, la educación al aire libre que, sumada a la “experiencial”, estimulan todos los sentidos del participante, “causando un efecto profundo y duradero en el crecimiento, autoestima, intelecto e incluso, en el espíritu de las personas.” (Kellert, Stephen, 1998. A national study of outdoor wilderness experience,Yale University).
Para complementar, la teoría de la “Biofília”, propuesta por los doctores Stephen Kellert y Edward Wilson (Biophilia, 1984) de las universidades de Yale y Harvard, respectivamente, por la cual recibieron premios de alto nivel académico. Con sus estudios han logrado describir la profunda necesidad que tiene todo ser humano de conectarse e interactuar con el mundo natural, en favor de su propio bienestar y salud mental. El resultado de satisfacer este “llamado de la naturaleza” es que sus capacidades intelectuales y espirituales se desarrollaran en mejores condiciones, afectando positivamente su capacidad productiva.
Para el escéptico, resulta paradójico pretender incrementar el bienestar y rentabilidad de las organizaciones a través de una actividad lúdica, pero es importante observar que la práctica de la aventura conlleva, intrínsecamente, comportamientos propios de cualquier proceso empresarial, como lo es la evaluación de riesgos, manejo de recursos, toma de decisiones, liderazgo, rompimiento de paradigmas, comunicación, etc. Eso explica por qué muchos de los grandes aventureros de la historia, como Francis Chichester, Sir Richard Branson o Steve Fossett, hayan sido o sean, grandes empresarios.