Feb-09 Dañino Proceder

Comunicación CIGfebrero 2009

En estos momentos, para la humanidad, es detener la desertificación del planeta, y para ello, muchos países del mundo tienen agresivos programas de reforestación, políticas de conservación e incentivos para aquellos que colaboren con la naturaleza.

feb secciones 1En Guatemala, lamentablemente, vamos de nuevo en sentido contrario. En la década pasada, durante el gobierno de Álvaro Arzú, se puso en vigencia el Decreto número 101-96, el cual creaba el Instituto Nacional de Bosques (INAB) y destinaba para incentivos forestales el uno por ciento del presupuesto de la nación, para el Programa de Incentivos Forestales (PINFOR), cifra que se vino desembolsando durante 11 años. En el año 2009, la Comisión de Finanzas del Congreso decidió recortar la asignación, que, según la ley, sería de Q204 millones, y la cifra publicada en el diario oficial son Q111 millones. Como podemos ver, redujeron Q93 millones, que a saber a dónde irán a parar.

El programa PINFOR había sido, en cierta forma, exitoso, pero no suficiente, pues si vemos lo que se reforesta, comparado con lo que desaparece, estamos en proporción de tres a uno; se reforestan anualmente 25 mil hectáreas, y se talan 73 mil. Lógicamente, algunos ignorantes le echarán la culpa a la industria de la madera, que sólo es el dos por ciento de lo que se tala, pero no es así. Los estudios de los expertos universitarios e investigadores lo demuestran.

La principal causa de la deforestación es el uso de leña, ya que se calcula que el porcentaje de la población que usa leña es nada menos que el 65.8%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En el año 2002 se consumieron 15 millones 27 mil metros cúbicos de leña, y para este año se estiman casi los 20 mil metros cúbicos, cifra impresionante, que si se hace equivalente al costo de cualquier combustible de hidrocarburos, pasa de los US$600 mil millones que no se incluyen en el cálculo del Producto Interno Bruto (PIB). El Estado le da al sector maderero el 2.5% del PIB, pero si le sumamos esa cifra, será mucho más.

El aumento de la población exigirá más y más combustible, y donde se da más este crecimiento es en el área rural, y el combustible que se tiene a mano es la leña.

Por supuesto, la cultura reforestadora que empezó, gracias a los incentivos, se va a detener con las graves consecuencias para el medio ambiente. Con los nuevos montos, el déficit crecerá de manera alarmante y muchos de los que tienen un bosque en proceso de crecimiento lo cambiarán por algo que sea más atractivo. Los que cobran incentivo por la conservación del bosque en áreas protegidas, al no recibirlo dejarán de cuidarlo, y caerá en manos de depredadores y leñadores.

No contentos, los señores diputados también redujeron el presupuesto del INAB, lo que implicará la reducción de personal de campo, personal de controles y técnico, y la reducción de programas que están ayudando a las pequeñas comunidades a establecer sus bosques. ¿Qué pretenden estos señores? Pasar a la historia como los precursores de la creación de un país árido y sin agua, además de afectar a más de cinco mil beneficiarios del programa, y los que con negocios relacionados, desde productores de abono orgánico hasta transportistas, sufrirán las consecuencias. Que no nos extrañe, en breve harán presencia frente a las oficinas regionales del INAB, del Consejo Nacional de Áreas Protegidas, de las alcaldías, por supuesto del Congreso y de la Corte de Constitucionalidad, veremos la presión sobre COMUDES y COCODES y hasta sobre los líderes comunitarios que hicieron promesas para lograr o mantener posiciones. Recuerdo, durante la campaña, algunos de los discursos de los mandatarios electos. En ellos se decía que el tema forestal era una de sus prioridades. Esperamos que se cumpla y se enmiende la plana al Congreso por su dañino proceder.

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