El corazón estratégico de una nación está en su capacidad productiva.
Cuando de estadísticas y datos económicos relevantes de nuestro país se trata, se suele hablar a menudo de la estabilidad macroeconómica, del impacto considerable que nuestras remesas tienen, de la dinámica de las exportaciones hacia el mundo y del potencial del turismo que Guatemala posee dada su historia, cultura y tradiciones.
Pero uno de los temas más importantes que hay detrás de todos esos datos es uno que escapa al vocabulario y a la atención de tomadores de decisiones, de líderes de opinion y de políticos. Me refiero al dato, no menor, por cierto, de que la ciudad de Guatemala y su zona conurbada es el área más industrializada que existe dentro de una vasta región del continente, que comprende desde el sur de México hasta el tapón del Darien en Panamá, incluyendo toda la zona del Caribe.
Este revelador dato, que se enseña muy al paso en nuestras escuelas de economía o se incluye poco en los análisis geopolíticos que se formulan desde Cancillería, no es producto de la casualidad. Es el resultado de una importante mezcla de visión y dinámica empresarial, de características geográficas y demográficas y de todo un marco de decisiones públicas que en su momento fueron tomadas. Sin embargo, hoy, ese primer empuje inicial de hace varias décadas ya ha ido perdiendo impulso. De allí que una nueva administración debe poner la mirada en este tema, para que no perdamos la posición clave que Guatemala tiene en esta materia.
El liderazgo gremial del país no ha permanecido inmóvil ante este reto. Cámara de Industria de Guatemala ha promovido, a través de la celebración de sus congresos industriales, toda una serie de planteamientos y recomendaciones destinados:
Primero, a poner el tema sobre la mesa, para luego abrir el debate. Y para lograr las decisiones necesarias después.
Lo anterior, a efecto de que haya una segunda generación de industrias que al amparo de una decision de Estado comiencen a poblar el portafolio productivo del país.
El Congreso ha sido un importante punto de encuentro para tomar noticia de las principales tendencias en el mundo, conocer sobre nuevas tecnologías y debatir sobre políticas públicas; sin embargo, ha sido preocupación que los datos revelan una pérdida paulatina del tejido industrial que es necesario revertir.
«Todas estas son razones por las que hacer de la industrialización un objetivo de Estado es y debería ser compartido por todos los guatemaltecos»
¿Qué hacer?
Algunas decisiones estratégicas se han tomado ya en el país. Nadie discute, por ejemplo, que la liberalización del mercado energético y la apertura y competencia del sector telecomunicaciones fueron verdaderos game changers. Estos no solo han aportado un importante progreso a la economía en general y mejora en la calidad de vida de los habitantes, sino que es un telón de fondo clave para desarrollar el potencial industrial.
Hoy, los costos de producción asociados a estos recursos, la energía y la comunicación, son considerablemente más competitivos que en otros países. Sin embargo, hay hándicaps importantes que son como grilletes atados a los tobillos de la creatividad empresarial, que aún impiden desarrollar más Industrias.
Una primera medida es hacer de la industrialización un objetivo de Estado. Que en el consenso público-privado exista claridad sobre la prioridad que demanda que la industrialización del país sea un requisito fundamental.
La adopción de una política pública abierta y compartida haría que los principales ejes de gestión gubernamental, tales como las regulaciones internas, los indicadores públicos oficiales, los objetivos de política exterior y la atención especializada (al estilo de las ventanillas únicas) a los potenciales inversionistas locales e internacionales se alinearan a ese objetivo.
Una segunda medida es la de cambiar el modelo de infraestructura. Las carreteras, puertos y aeropuertos son el aparato circulatorio de nuestra economía.
Lograr que este tema sea la tercera gran decisión estratégica, luego de las dos mencionadas arriba, haría una gran diferencia en términos de facilitar que nuestros productos y manufacturas circulen más y mejor.
Retomar una política de zonas especiales de inversion puede ser un gran atractivo. Provocar en ellas regímenes salariales productivos, alta conectividad, esquemas fiscales creativos y soporte de los centros de formación y capacitación, podrían convertir, lo que hoy son amplias zonas de pobreza, en polos de generación de empleo y riqueza.
Por último, y sin agotar el repertorio de posibles medidas, es conveniente una alianza de la academia y sector productivo para el desarrollo de investigación y fomento de registro de patentes bajo un patrón de facilitación publica y medición constante. Esto permitiría crear base para la diversificación de la matriz industrial.
Siempre hay quién pregunta:
¿Por qué es importante industrializar?
Recordemos que el corazón estratégico de una nación está en su capacidad productiva. De ella depende su soberanía económica, su seguridad alimentaria, su desarrollo sostenible e, inclusive, hasta su propia identidad. Es ahí donde la Industria está en el centro del tablero por lo que representa y significa:
Inversiones de largo plazo, desarrollo de riqueza que derrama a lo largo de su cadena de producción, formación del capital humano y compromiso gremial.
Colaboración especial: Roberto Ardón
Director ejecutivo CACIF
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