Nov-12 “Los conflictos sociales pueden truncar el crecimiento; minar la democracia”

El Presidente de Perú (2001–2006), Alejandro Toledo, compartió su experiencia de sacar a su país de la recesión y llevarlo a un crecimiento económico arriba del siete por ciento. A continuación, un resumen de su exposición en el Encuentro Nacional de Empresarios (Enade).

América Latina tiene en sus manos la posibilidad de ser un jugador principal en economía mundial en los próximos 15 años. Por qué comparto este optimismo. África, lamentablemente va a demorar, los países de Asia están en una enorme competencia entre ellos; Corea del Sur ya no es la mano de obra barata de Japón; entre China e India hay dos mil 400 millones de habitantes; Europa atraviesa una crisis severa y si no logra encapsular puede llegar a un convaleciente Estados Unidos.

La razón de mi optimismo es que tenemos recursos naturales extraordinarios, desde el café, el azúcar, hasta el oro, la plata, el cobre, el estaño, el petróleo y el gas. La otra razón es que a lo largo de los últimos 60 años hemos construido un stock de capital humano que lamentablemente está en una diáspora en el mundo. Ese potencial puede ser rescatado con políticas de Estado deliberadas o con una ley de retorno. América Latina viene creciendo en los últimos 10 años a un promedio del seis por ciento aunque hay variaciones de país en país. En medio de este prometedor cuadro de crecimiento hay algunas nubes que oscurecen, pero en promedio a la región le va bien.

Experiencia peruana

Yo recibí a Perú en recesión en 2001. En los dos primeros años mi popularidad bajó a ocho por ciento y algunos congresistas pidieron la vacancia del Presidente; decidí aferrarme a la carpa de navegación que me había propuesto. Tenía que revertir la recesión porque sabía que mi preocupación social sólo podría ser realidad, creciendo; no podía caer en la irresponsabilidad de redistribuir pobreza. Al tercer año de Gobierno comenzaron a verse señales de crecimiento. Para ser breves, porque no puedo ser juez de mí mismo, en 2006 dejé a Perú con un crecimiento del 7.5 por ciento y para entonces mi popularidad era del 67 por ciento.

Ese crecimiento nunca lo habría logrado sin la participación del sector privado. Ese sector privado que, como en Guatemala, cree en su país, que tiene el coraje –a pesar de los vaivenes, a pesar de la inestabilidad– de apostar por su país y no saca su plata a Miami. A esos empresarios quiero saludar. Para aprovechar las oportunidades necesitamos enfrentar ciertos retos. Ya no podemos depender de los de afuera ni echarles la culpa por lo que nosotros mismos no hacemos. Tenemos que empuñar en nuestras manos nuestro propio crecimiento. Necesitamos diversificar la composición interna del crecimiento; es muy peligroso construir una economía basada en la exportación de materias primas. No hay arma más poderosa en el mundo para hacer frente a la pobreza que la educación. Esto me da pie para entrar a algo que yo sé que es sensitivo, como el sector extractivo, donde creo que hay que promover la inversión. Yo lo hice en Perú, sólo hay que establecer las reglas del juego, generar confianza, estabilidad jurídica, estabilidad económica, social y política.

Invertir en educación

Yo vengo de una población andina que está a cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Soy uno de 16 hermanos, seis mellizos. Y producto de la malnutrición temprana y la carencia de servicios de salud, siete de mis 16 hermanos murieron en el primer año de vida. Cuál es mi punto. Que para ensañar este crecimiento diversificado entre los más pobres, no hay que regalarles pescado, ni dándoles plata, ni migajas; debemos darles el derecho de aprender a pescar. La educación es libertad; yo soy libre ahora, salí de la pobreza extrema y estoy tomando todas las oportunidades que se me presentan para seguir adelante, para decirles a mis hermanos pobres que si yo llegué a ser Presidente, viniendo de donde vengo, ellos también pueden ser Presidentes del Perú.

Ustedes han creado el Consejo Económico Social, un paso muy importante. Yo lo creé en Perú, invirtiendo 684 horas para escuchar a los líderes políticos, empresariales, laborales, indígenas, religiosos, mujeres y jóvenes, para construir un acuerdo nacional que implica una hoja de ruta, con políticas de Estado que van más allá del período de un Gobierno. Cuando había una crisis, los llamaba para preguntarles qué hacer. Una de las 30 políticas de Estado que acordamos fue que para 2021 deberíamos invertir el seis por ciento del PIB en educación de calidad, empezando por los más pobres.

Instituciones fuertes

Para poder tomar las oportunidades, América Latina necesita fortalecer su arquitectura institucional en democracia. Un poder Judicial que no se compre ni se venda; que no le tiemble la mano para hacer justicia contra el crimen organizado, el narcotráfico y la inseguridad ciudadana. Es necesario enraizar instituciones democráticas; que la prensa, que yo defiendo, sea libre e independiente. Dejen trabajar al Gobierno, dejen que los empresarios inviertan en Guatemala.

Así como he señalado el derecho legítimo de los pueblos indígenas al reclamo de ser partícipes de los beneficios del crecimiento y de sus recursos naturales también hay que hablar claro. Hay que separar la paja del trigo. Hay que separar esos reclamos de aquellos que tiran la piedra y esconden la mano azuzando a nuestros hermanos indígenas. Entiendo el reclamo de tener acceso a agua potable y a salud de calidad, pero no entiendo que algunos organismos de afuera y de adentro, o algunos políticos, sólo piensan en sus intereses personales. Si quieren hacer política, entren a la cancha política pero no utilicen a las poblaciones para tratar de capitalizar políticamente de manera cobarde.

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